«La calidad de un museo no se mide por el número de visitas»

J.T.
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La Colección Roberto Polo abría hace un año en Toledo sus puertas. «Haber tenido la posibilidad de aportar a Toledo una capa de la historia del arte ha significado mucho para mí», explica Roberto Polo, su creador

Roberto Polo se asoma desde el ventanal de la 'Colección Roberto Polo. Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha' - Foto: Yolanda Lancha

Si tuviera que elegir un adjetivo, una sola apreciación, para calificar cómo ha sido este primer año de CORPO, ¿cuál sería?

Es un sueño realizado que tiene que seguir evolucionando, porque un museo es un organismo vivo.

Usted que siempre ha buscado la trascendencia, ¿cree que este museo ha logrado que su coleccionismo de arte trascienda?

Sí, absolutamente, porque expone un arte que, en su mayor parte, no existía previamente en museos españoles. Y porque es la visión original de una persona que ha estudiado e investigado muchísimo durante toda su vida, después de haber recibido una educación privilegiada; o sea, mi visión personal. Peggy Guggenheim no era historiadora, pero su visión fue muy original y nueva, y tenía relación muy estrecha con los artistas, que le aconsejaban. El coleccionista alemán Karl Ernst Osthaus tenía como asesor a Henry van de Velde, quien también asesoró a Helene Kröller-Müller para crear la colección de arte moderno que es probablemente la más importante de Europa, en los Países Bajos. 

Todas las grandes colecciones del siglo XX son fruto de una investigación sumada a una visión original, y han dado lugar a una nueva creación porque ofrecen nueva información. Un museo ha de ser siempre pedagógico, enseñar lo que la gente no conoce, los museos clónicos no aportan nada nuevo. CORPO ofrece una visión no conocida del arte moderno y contemporáneo enraizada en la historia del arte y su evolución.

¿Cree que ha encontrado el lugar que acogerá su legado?

Sí, ese lugar es Castilla-La Mancha, Toledo y Cuenca. Toledo porque es una ciudad muy relevante en la historia y en el arte, y sin embargo le faltaba esta capa de la historia del arte: haber tenido la posibilidad de aportarla ha significado mucho para mí.

¿Y Cuenca?, ¿cómo imagina el futuro museo de Cuenca?

Cuenca me atrajo por una razón opuesta, porque desde los años 1950 fue una ciudad muy abierta a la contemporaneidad, que acogió el primer museo de arte contemporáneo de este país. En la sede de Cuenca, que en cierto modo me planteo como opuesta a la de Toledo, quiero aportar lo que en España aún no se conoce del arte moderno y contemporáneo; mostrar por ejemplo que la abstracción geométrica que allí vio la luz por vez primera en el año 1959, en Bélgica se practicaba ya en los años 1890. Pero no para desacreditar la abstracción geométrica española, sino para contextualizarla en la historia, porque el arte no es un ejercicio de estilo, sino una creación, una invención, y el primero que la pone en práctica es el que importa.

Algo en lo que usted siempre hace hincapié cuando enseña su colección y cuando elige sus obras. ¿Por qué es tan importante saber quién fue el primero?

Porque es esencial para explicar la evolución del arte: lo que importa es la obra de aquel que creó una nueva forma de expresión en su tiempo. Y lo difícil es identificarlo y explicar por qué sucedió así. Fue uno de los principios esenciales de la exposición que organicé junto a Barbara Rose, La pintura después del posmodernismo, que se presentó primero en Bruselas (2016) y posteriormente viajó a Málaga y a la Reggia de Caserta: decimos que el arte es posmodernista desde hace unos 60 años, y es imposible que en tanto tiempo todo haya sido un reciclaje de estilos precedentes, que es lo que identifica al posmodernismo y al historicismo del XIX. Pero como dijo Van de Velde, para crear un arte nuevo no basta con hacer un cóctel de estilos precedentes, sino que hay que identificar las necesidades de la sociedad del momento y hacer evolucionar lo existente. No se puede crear un art nouveau mirando al pasado, como él dijo; hay que conocer lo pasado, dejarlo a un lado, desenraizar los árboles viejos y plantar otros nuevos.

El Gobierno del presidente Emiliano García-Page fue su gran valedor, ¿cómo calificaría su apoyo?

Este proyecto salió adelante por la visión que tiene el presidente García-Page, que armonizó con la mía. Su apoyo fue fundamental para que el museo se abriera y lo sigue siendo para que continúe creciendo. CORPO ha tenido un gran reconocimiento internacional, recogido en publicaciones señeras como el Financial Times, que no puede ignorarse. Además, ha llenado lagunas muy notables en el patrimonio artístico moderno y contemporáneo español, y algo así, no tiene precedentes en este país.

Citaba hace un año el importante flujo turístico de Toledo como una de las razones que le hicieron decidirse por lo que esta ciudad y su gobierno le ofrecían, frente a otras posibilidades que también existían en firme. ¿Son los turistas efectivamente el público primordial de CORPO o en qué colectivo ha tenido mejor respuesta el museo?

Perdona que puntualice la pregunta: para mí lo esencial, lo que decidió que mi colección viniera a Toledo, es lo que arriba he comentado: aportar una nueva capa a la historia artística de una ciudad tan relevante culturalmente, que llegó a ser capital del mayor imperio jamás habido en la historia. 

Que tuviera un gran flujo turístico o que esté a 20 minutos de Madrid, son factores accesorios. Porque la calidad de un museo no se mide por la cantidad de visitantes que tenga, sino por la naturaleza de los mismos, por tener un público receptivo y sensible que experimente una emoción espiritual con las obras de arte que se le ofrecen. Y eso, esa reacción, nosotros la vemos todos los días. CORPO no deja indiferente a nadie que posea un mínimo de sensibilidad, la gente sale emocionada por haber descubierto tantas cosas que desconocía de la historia del arte, sobre todo del período 1840-1932, años que fueron absolutamente revolucionarios en Europa. Esos son mayormente nuestros visitantes: personas sensibles e interesadas en la historia del arte. 

Toledo tiene un patrimonio histórico-artístico comparable a Venecia y otras grandes ciudades europeas como París, y que se hubiera quedado anclado en el pasado no se debe sino a las circunstancias de las historia reciente, porque antes del franquismo seguía siendo lugar de peregrinación e inspiración para artistas como Picasso, Rivera, Lam o el grupo de los surrealistas.

El primer año de CORPO se cumple tristemente en medio de una pandemia inimaginable ni en la peor de las pesadillas, que ha obligado a cerrar toda institución cultural. ¿Qué esfuerzo está haciendo el museo para estar cerca del público cuando el arte más sentido cobra?

Creo firmemente que, como dijo Schopenhauer, el arte tiene la capacidad de ayudarnos a sobrevivir y trascender las circunstancias más difíciles, y hacer nuestras vidas mejores. 

Cuando estamos absorbidos por una obra de arte, en cualquiera de sus expresiones, olvidamos el sufrimiento presente. Uno de las funciones del museo es contribuir a aliviar el dolor en momentos como éste, acercando nuestro arte a la sociedad, y lo hacemos a través de los medios que la situación actual nos permite, que son los canales virtuales. 

Lo estamos haciendo como todos los grandes museos del mundo. Estamos viviendo una distopía, esto es como un remake de Farenheit 451, la película sobre la novela de Ray Bradbury. O incluso Parásitos, que en mi opinión es una obra maestra y que en una de sus muchas capas de significados representa el mundo en que vivimos. 

También esta situación actual me recuerda a las colonias de artistas que, en el cambio de siglo, finales del XIX, se recluyeron en el campo como reacción a la Segunda Revolución Industrial. Querían empezar de cero, regresar a la calma y a las materias nobles, recapacitar y volver a una vida más pura. De ahí surgieron importantes manifestaciones artísticas de todo tipo, en literatura, por ejemplo, El libro de la selva, de Rudyard Kipling; en las artes plásticas, el movimiento Arts and Crafts, que preconizaba que todo fuera hecho a mano y para un disfrute democrático, hasta que el propio Henry van de Velde les hace ver que son dos principios antitéticos y les reconcilia con la máquina para que las artes pudieran así ser asequibles a todo el mundo. Para ello puso en valor la idea de la máquina hecha a semejanza del cuerpo humano, que en realidad la tomó del Renacimiento.

Van de Velde recurría constantemente a lo que a mí me gusta llamar la caja de los desechos de la historia del arte, y reciclaba ideas del pasado buscándoles una nueva aplicación. Esta iniciativa de mecanizar la creación hizo posible la democratización de las bellas artes, el diseño (detestaba el término artes decorativas: decía que decorativas eran la pintura y la escultura, y en cambio las que así eran denominadas tenían una utilidad), y la arquitectura. 

Todo este movimiento de las colonias duró hasta la Primera Guerra Mundial, a su término volvió la humanidad a la metrópoli de nuevo en busca de lo que comúnmente se entiende por progreso.

Señor Polo, ¿se considera usted por encima de todo un buscador de belleza?

Yo soy un cóctel muy poco frecuente, difícil de encontrar. Fui formado como artista plástico, pero también, como historiador del arte y filósofo. No conozco mucha gente con la que poder compararme, porque soy el fruto de una combinación de disciplinas muy poco común. 

Creo que uno de los hándicaps de los historiadores del arte es que contemplan el conocimiento dividido en parcelas muy concretas, cuando, contrariamente, el arte moderno nace del concepto de artista total, la obra de arte total o Gesamtkunstwerk de la Bauhaus, que en 1906, siendo Henry van de Velde su  fundador y director, bajo el nombre de Escuela de Artes y Oficios del Ducado de Weimar-Sajonia, proclama que en el arte no debe de haber fronteras.

Lejos de la idea del coleccionista acumulador, su forma de coleccionar ha seguido siempre unas directrices muy sistemáticas, condición que ¿es resultado directo de su pasión por la investigación y la historia del arte?

Sí, claro. Para mí el coleccionismo no se entiende si no va ligado a un proceso de aprender y evolucionar una forma de ver, un gusto personal: es pura investigación científica. Por eso me empeño en llegar al artista y el momento de la innovación, porque solo puede haber arte cuando hay innovación. Picasso interpretó el mundo visto desde un avión antes de que el avión fuera inventado.

Lo cierto es que tiende a rescatar movimientos y artistas minusvalorados, arrumbados, incomprendidos tal vez, ¿es su sentido de la justicia o qué le mueve a ello?

Afán investigador y sentido de la justicia, ambas cosas van mano a mano. Hemos seguido un criterio que es ensalzar a los grandes nombres que jugaron un papel en la evolución de la historia del arte y mostrar su obra junto a la de otros que cayeron en el olvido por razones de muy diversa índole, desde políticas hasta personales.

Huye de las modas pero, ¿crea modas?

Es un hecho que la obra de determinados artistas o movimientos que he comprado en un momento concreto, años después ha sido adquirida por otros muy revalorizada. La prensa internacional, en concreto el diario francés Le Figaro, me bautizó hace tiempo con el sobrenombre de ‘El Ojo’; Architectural Digest me definió como «el creador de tendencias del mercado del arte» y otros medios o artículos especializados, como un visionario o un tastemaker, creador de gustos.

Colecciona desde los 19 años. ¿Qué ha sido de sus viejos tesoros, de la colección de joyas, por ejemplo? ¿Se arrepiente de haber vendido algo?

No, no me arrepiento de haber vendido nada, porque siempre que lo he hecho ha sido para tener liquidez y permitir que la colección evolucione. Cuando he creado una colección y ya no encuentro nada que pueda mejorarla, ¿para qué voy a persistir? Vendo y sigo investigando por otro lado. Me ha ocurrido con la obra de algunos artistas como Pierre Bonnard o Kees van Dongen; cuando ya no es posible adquirir algo que mejore lo que tienes, qué sentido tiene seguir acumulando obra que será inferior y devaluará el conjunto.

Muchos artistas se acercan a usted preguntándose si su obra encaja en los criterios de su colección, y mucha gente en general quiere saber si sigue coleccionando, día a día, desde ésta su nueva ciudad de acogida, Toledo. ¿Qué les responde?

Cesé toda mi actividad comercial en mayo de 2018. Pero sí continúo comprando piezas para la colección, para enriquecer el museo. Mi única guía es la búsqueda de la excelencia, y para ello, cuando necesito liquidez, vendo piezas en subasta. Sí he seguido haciéndolo este último año y medio desde Toledo.

¿No lo puede evitar? ¿Se imagina su vida lejos de ese trasiego: investigación, búsqueda, hallazgo, documentación, compra…?

Forma parte de una evolución. Para conocer bien una obra tienes que dormir con ella, y para ello es necesario adquirirla, obviamente. Conocer una obra es como hacer el amor con una persona, es algo muy visceral. Es lo mismo que hacen los animales no humanos; mira las ardillas, coleccionan nueces toda su vida. Pero el ser humano no solo se alimenta con el estómago, con lo que come, sino que necesita alimentar su espíritu y su intelecto.

Señor Polo, la psiquiatría en sus diferentes escuelas considera el coleccionismo una patología, cuando mejor ‘sana’ porque mitiga rasgos de la personalidad menos deseables. ¿Qué es para usted coleccionar? ¿Se considera un adicto al arte?

Nunca me ha gustado que la gente califique el coleccionismo como una obsesión; no, es una pasión, y yo soy apasionado. La obsesión implica patología, no así la pasión. Y la expresión ‘adicto’, que muy frecuentemente se ha empleado para definir al coleccionista de arte, la detesto. 

El arte no es una droga ni una adicción, es algo fundamental en la vida del ser humano, aunque lo sea más para unos que para otros. Para mí el arte es sobre todo una vocación, para la que nací, no tengo otra alternativa de vida. Por mucho que lo hayan intentado, no hay etiqueta posible que me defina.

Díganos para terminar, señor Polo: ¿cómo le gustaría ser recordado?

Como alguien que dejó un rastro de su paso por el mundo, compartiendo con los demás lo que investigó a través del arte y la escritura; que como resultado de sus investigaciones reescribió una breve parte de la historia del arte, porque la vio de manera diferente; que ofreció una nueva visión del arte antiguo, pero también del arte nuevo, porque uno no puede sustraerse de la época en la que vive. Como Degas dijo: «Un artista tiene que serlo de su propia época». Del pasado aprendemos, pero replicarlo no es crear arte.