Tiempo de herraderos

Dominguín
-

El invierno hace que las ganaderías de bravo realicen tareas camperas propias de esta época, donde los herraderos son los más espectaculares y significativos

Tiempo de herraderos - Foto: Joaquin Romera Garcia

Estamos en pleno invierno, frio y seco, lo que hace que las faenas camperas de bravo, se concentren en las ganaderías en estos días gélidos los herraderos. Se ha recobrado su actividad, sobre todo en las dehesas donde coincidiendo en su mayoría con los fines de semana, familiares, amigos y aficionados, acuden a las fincas a ver una de las actividades más significativas y expresivas de mundo taurino ganadero.

Hemos querido acompañar a dos casas ganaderas, la más antigua en manos de una misma familia, la de Mariano Arroyo y Carmen Arroyo; y la de más reciente creación de Sagrario Moreno. Los montes de Toledo, escenario natural y antiguo refugio de los animales bravos que pastaban libremente, acogen estas dos vacadas, una en Ventas con Peña Aguilera, la decana, y la novel en Los Yébenes.

Se llevan 133 años de diferencia entre ambos hierros, pues fue el abuelo de Mariano y Carmen quien allá por 1884 fundara esta vacada entre los términos municipales de Ventas con Peña Aguilera y San Pablo de los Montes. En la finca “Malabrigo” pastan las hembras y los machos de encastes Núñez y Buendía que han engendrado casi medio centenar de nuevas cabezas que se incorporan a la ganadería.

Tres años lleva marcando sólo Sagrario Moreno Béjar, sus reses bravas que pastan en la finca “El Ventorrillo” en Los Yébenes, famosa dehesa que fuera propiedad de Paco Medina, donde hoy reses procedentes de Laurentino Carrascosa son herradas con el símbolo original de una paloma en su anca.

En ambas ganaderías el trabajo previo es el mismo, pues tras el destete, los animales, machos y hembras pasan un tiempo comiendo compuestos que les den fuerza en los primeros días sin sus madres. Tras ello y cuando se ponen de acuerdo con la asociación ganadera a la que pertenecen, fijan la fecha del herradero. Los noveles animales, que han sido apartados de sus progenitoras días antes son conducidos por cercados de piedra hasta los corrales, donde en lotes se van separando en los chiqueros. Una vez allí son recibidos por una buena cuadrilla de colaboradores y amigos de la casa que ayudan y se afanan en que la tarea del herradero se haga con diligencia y premura.

En “Malabrigo”, Mariano Arroyo cuenta con la inestimable ayuda de sus sobrinos Alfonso y Leonado, quienes, con los habituales, marcan un ritmo frenético en la medida labor que no debe dejara nada a la improvisación. La explotación ganadera cuenta con un antiguo cajón de madera, reforzado de perfiles férricos que acoge a cada una de las reses y la inmovilizan para que se pueda marcar a fuego el costado derecho del animal. Para calentar los hierros que definirán de por vida su precedencia, se usan procedimientos más modernos que han sustituido a las grandes hogueras, calentando los férricos números e insignias hasta que estén al rojo vivo. Todos los números, el hierro de la unión de ganaderos y el principal, el de la ganadería, que le facilitará a simple vista conocer quién es su criador y propietario. Las otras marcas que se prenden en el cuero, identificaran su número y el año de nacimiento, este último en el brazuelo delantero.

Los equipos que participan más cerca de los animales, suelen ser los más jóvenes, osados y valientes que, aunque las faenas de herradero se hacen de año en año, no pierden la práctica. La llegada del cajón de herrar, aparcó el método tradicional que era a mano, por lo que no dudan cuando la ocasión lo merece, es decir cuando la res es más menuda, el cogerla a mano y echarla con cuidado al suelo. Se marca igual, pero con el sabor y el recuerdo de cómo lo realizaban las generaciones pasadas, que sea visto por los presentes y perdure en el tiempo generación tras generación.

El matrimonio ganadero, Mariano Arroyo y Mercedes Miranda, volvió a dejar su impronta de otra ver numerar en collera una de sus reses con una habilidad pasmosa. Cuando ya se quedan identificadas todas las reses, se dejará que se recuperen del estrés y agotamiento del día durante varias jornadas, tras lo cual volverán esta vez a los campos separándolas por sexos como lo dispone habitualmente esta ganadería.

Por su parte la nueva ganadería de Sagrario Moreno, cuenta con unas instalaciones más modernas y más fáciles para el manejo del ganado. Esta aventura ganadera demuestra la salud del campo bravo toledano que queda patente en hechos como en que, a pesar de los tiempos que corren, siguen surgiendo ganaderías nuevas en nuestros tiempos. Los 35 nuevos animales que pastan en la finca “El Ventorrillo”, fueron marcados por un nutrido grupo de participantes. La propia familia ganadera, muy numerosa y activa que no dudaron todos ellos en coger los hierros incandescentes para fijarlos en los costados, grupa y brazuelos de los añojos y añojas. Todos ellos fueron marcados con el guarismo 9 en la pierna delantera, mientras que sobre el lomo izquierdo se marcaron los animales bravos (dieciocho machos y diecisiete hembras), en una jornada que sirvió de encuentro entre familiares y amigos de la familia ganadera, completándose una jornada de convivencia, cargada de anécdotas y en la que sirvió para cumplimentar una de las tareas propias de las ganaderías y que suponen un momento de asueto descanso y confraternización.

Ambas actividades, la de “Malabrigo” y “El Ventorrillo”, fueron duras, pero gratificantes, lo que hizo que, tras acabar las labores, se celebrase con comidas camperas de la que disfrutaron todos los presentes tras un día agotador de esfuerzos y diversión, que congregó a vecinos de las localidades más próximas amigos de los anfitriones, de sus familias y algunos profesionales del toro que aprovechan el parón invernal para visitar las ganaderías de Toledo.