La previsión del tiempo daba para ayer 38 grados de máxima en Toledo. Estimación de calor sofocante que, sin ofender a los meteorólogos, se quedó corta. No había más que aventurarse a salir por las calles del Casco Histórico para comprobar que la sensación termina se acercaba más a los cuarenta y algún grados. Las piedras del viejo Toledo absorben bien el calor, y lo lanzan sobre sus incautos visitantes en estos duros meses de verano.
Julio y agosto no son dos meses propicios para el turismo de interior. La gente prefiere refrescarse en las playas, pero el pasado año la capital de Castilla-La Mancha logró revelarse contra esa tendencia, y presentó unos números de visitantes prácticamente muy parecidos a los del resto del año. Este 2020 es diferente. La pandemia de coronavirus lo ha cambiado todo. Y el turismo no es una excepción.
Con todo, a lo largo de ayer sí que se pudo ver una leve mejoría del panorama turístico de la ciudad. Las terrazas comenzaron a presentar más gente y fueron muchos los que se atrevieron a desafiar al calor y al coronavirus.
Calor, covid y, pese a todo, turistas - Foto: Yolanda RedondoCon la mascarilla siempre presente, el reclamo de museos y monumentos gratuitos parece que va animando poco a poco a los visitantes, principalmente los que llegan de Madrid, que están siendo el grueso de esta inusual temporada de verano.
En parejas o pequeños grupos, el perfil del nuevo visitante en tiempos del covid-19 se puede situar, con la única estimación de un paseo por el Casco, en que se trata de madrileños, jóvenes y con ganas de disfrutar de la gastronomía y la cultura toledana.
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Junto a los turistas, la buena noticia es para los hosteleros y negocios que viven de los foráneos. El Casco toledano ha recuperado durante este pasado fin de semana algo de su brillo anterior. Sus calles ya no estaban tan desiertas e incluso la música de los artistas callejeros aporta de nuevo su alegría. Un atisbo de tiempos mejores que, esperamos, haya venido para quedarse definitivamente.