No sin mi mascarilla

Leticia G. Colao
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Alrededor del 95 por ciento de los talaveranos han decidido continuar portando la mascarilla en exteriores, por prudencia y seguridad.

No sin mi mascarilla

Los primeros días sin mascarillas obligatorias en Talavera no han parecido tal. Pocos, muy pocos han sido los que desde el sábado han dejado de lado el tapabocas con el que convivimos desde hace casi un año, dando paso a una nueva fase en la lucha contra el coronavirus.

Ayer había que esforzarse para encontrar a personas que no lo llevaran. Ya fuera por efecto placebo, por precaución, costumbre, o directamente por no fiarse del virus, a los talaveranos les está costando deshacerse de lo que para muchos incluso se ha convertido en un complemento a su ropa diaria.

Ya no hay obligación de llevar mascarilla en exteriores, siempre que se respete la distancia de seguridad de metro y medio, y por supuesto si no se producen grandes concentraciones de personas. Aún  sin estas condiciones, los talaveranos, como el resto de España, han optado por la prudencia porque «el virus sigue estando aquí, no nos confiemos», explica Sergio a La Tribuna, con su mascarilla  puesta. Asegura que le costó mucho llevarla fuera de casa desde el año pasado, por el «agobio» que suponía «no poder respirar bien», pero recuerda que esta es ya la última fase «y no me cuesta nada mantenerla un poco más, no vayamos a estropearlo al final, más cuando estoy  a punto de vacunarme», decía.

Como él piensa la inmensa mayoría de talaveranos, que casi al 95 por ciento portaban ayer el cubrebocas por el centro de la ciudad. María, por su parte, aseguraba que llevarla le da «seguridad», por lo que había decidido mantenerla. «Mi familia y yo pensamos igual, y la mayor parte de la gente que conozco», añadía.

Aún sigue sorprendiendo que algunos vecinos, por pocos que sean, vayan por la calle sin mascarilla. Al principio llaman la atención hasta que recuerdan que desde el sábado ya no es una obligación, más allá de llevar una siempre para  entrar en algún establecimiento o cuando no se respetan las distancias.

El fin de la mascarilla obligatoria era una fase deseada por toda la sociedad, aunque ha llegado con la pandemia aún sin finalizar. Por ello, la mayoría han optado por seguir portándola hasta que el Covid sea por fin un mal sueño sin apenas consecuencias en la comunidad.

Los que prefieren quitársela, reconocen sentirse raros e incómodos, aunque saben que pronto retomarán la normalidad de llevar la cara descubierta. Ya están en todo su derecho.