Purines: ¿problema u oportunidad?

M.H. (SPC)
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El manejo correcto de estas deyecciones puede proporcionar excelentes abonos y energía, ahorrándole al planeta contaminación en los suelos, los acuíferos y la atmósfera

Purines: ¿problema u oportunidad? - Foto: Alberto Rodrigo

La rama del porcino es una de las más importantes del sector agropecuario nacional. Según el Ministerio de Agricultura, representa el 14% de la producción final agraria y el 39% de la ganadera. Somos la cuarta potencia productora a escala mundial, solo por detrás de China, Estados Unidos y Alemania. Durante los últimos años ha crecido notablemente, tanto en producción como en censos y en número de explotaciones, gracias en gran parte al empuje de los mercados exteriores.

Agricultura señala que estos aumentos han incrementado la ya elevada tasa de autoabastecimiento (170,9 % en 2018), lo que convierte a la exportación en un elemento esencial para el equilibrio del mercado. Con una balanza comercial muy positiva, España se ha consolidado como segundo mayor exportador de porcino de la UE, solo por detrás de Alemania (aunque somos el primero en número de cabezas), aumentando espectacularmente las ventas a terceros países, especialmente a China (en el periodo de enero a agosto de este año nos ha comprado más de 700.000 toneladas, por las apenas 200.000 del mismo tramo de 2018) y otros países del Sudeste asiático.

Entre enero y julio de este año se sacrificaron más de 32 millones de cerdos en España, según datos del Ministerio. Eso son muchos cerdos y, más allá de los beneficios económicos obtenidos y el peso en el sector agroalimentario, implica un problema: los residuos. Esos millones de cerdos, criados en un altísimo porcentaje en granjas intensivas, orinan y defecan todos los días; en definitiva, generan los famosos purines. Los purines no son más que las deposiciones de los animales mezcladas esencialmente con el agua de limpieza con la que se adecentan las explotaciones, restos del lecho y restos de la alimentación.

Purines: ¿problema u oportunidad?Purines: ¿problema u oportunidad? - Foto: Patricia GonzálezEn principio son un excelente abono para las tierras de cultivo, pero si la concentración es excesiva o se hace un mal uso de ellos, al igual que ocurre con los fertilizantes químicos, puede haber problemas de contaminación en los suelos y los acuíferos. En concreto pueden provocar una salinización excesiva del terreno o bioacumulación de metales (cobre, cinc); eutrofización (exceso de nutrientes) en aguas superficiales y subterráneas; o liberación de gases y olores indeseados a la atmósfera. Los dos primeros inconvenientes suelen ir asociados a una abonado excesivo por diversas razones.

Con las ganaderías en extensivo, como es el caso de muchas de vacuno u ovino, las deyecciones no suponen ningún inconveniente, ya que al moverse libremente los animales por terrenos más o menos amplios diseminan el estiércol y no es que no contaminen, sino que aportan nutrientes beneficiosos a la tierra en una proporción que no entraña ningún peligro. Sin embargo, en el caso de las granjas de porcino los animales están muy concentrados y estos deshechos exigen un manejo cuidadoso; no en vano, según comenta Ángel Pereira, responsable comercial de la empresa Rotecna, que fabrica e instala en España, Portugal y varios países más maquinaria para procesar estos residuos, las explotaciones deben tener un plan de deyecciones que depende del número de cabezas. Hay que tener en cuenta que cada plaza (cada animal) en una granja de engorde genera al cabo del año un metro cúbico de purines, es decir, mil litros.

Pero a pesar de los posibles problemas si no se gestiona bien, los beneficios que se pueden obtener son enormes. Con el paso de los años, la normativa europea al respecto se ha ido desarrollando hasta el punto de que, a día de hoy, la UE considera a los purines como lo que son, un excelente fertilizante y no un factor contaminante, y prima cada vez más su empleo como abono en los cultivos por encima de los productos químicos.

Es lo que se ha dado en llamar economía circular: el agricultor cosecha, se fabrica pienso con ese producto, los cerdos comen ese pienso y con sus deyecciones se abona el campo para poder obtener una nueva cosecha. Es, más o menos, lo que ocurría en la economía de subsistencia que existió hasta hace no tanto en los pueblos, aunque a una escala mucho mayor. Hoy en día la agricultura y la ganadería ya no son tan dependientes la una de la otra y el proceso es diferente, aunque esencialmente consista en lo mismo.

Según Pereira, ahora mismo el sector se encuentra inmerso en un proceso de transición. Por una parte, los ganaderos son conscientes de que la sociedad está muy encima de sus actividades y que el bienestar animal y la gestión de los residuos se han convertido en dos puntos clave de su trabajo que son mirados con lupa, sobre todo por ciertos colectivos. Por otra, donde antes había un problema ahora se ve un posible beneficio. Además, los agricultores están empezando a apreciar esta fuente de fertilizante.

Dependiendo de áreas geográficas, el uso de los purines como abono es más o menos frecuente. Lógicamente, en las zonas con más concentración de granjas (Cataluña, algunas zonas de Aragón…) es más habitual que en otras partes. Sin embargo, cada vez es más demandado por todos los agricultores y más ofertado por los ganaderos. Los vertidos ilegales que pudieron producirse en su tiempo son ya historia y actualmente hay un control absoluto sobre las cantidades que salen de cada explotación y el destino que se les da.

¿Cómo usarlo?

Aunque hasta ahora lo más común era utilizar el purín directamente en la tierra, cada vez más se emplea una técnica de separación de la parte sólida y la líquida mediante diferentes mecanismos. Según cuenta el responsable de Rotecna, esto tiene varias ventajas. En primer lugar ofrece la posibilidad de equilibrar los nutrientes en la parte líquida que luego se utilizará para abonar. No todos los purines son iguales (la alimentación de una cerda lactante es diferente que la de un ejemplar de engorde o la de otro recién destetado) y, como consecuencia, las proporciones de nitrógeno, potasio, fósforo y algunos minerales varían. Sin embargo, en el momento de separar se puede conseguir que la parte sólida se lleve el sobrante que no interese de estos elementos (sobre todo nitrógeno) y quede así un líquido con las cantidades exactas que se necesitan para fertilizar tal o cual cultivo concreto. El residuo sólido que queda se puede usar para compostaje obteniendo como resultado una materia orgánica con unas excelentes propiedades para la tierra.

El líquido resultante de esa separación es lo que se ve verter en la tierra mediante cisternas. Hoy en día es obligatorio inyectarlo directamente en el terreno o soltarlo a ras de suelo. Además, en este segundo caso, es preceptivo taparlo antes de 24 horas mediante el uso de una grada o un arado para evitar olores y la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero como el metano o el óxido nitroso. Rociar la tierra con las cisternas que lo sueltan en forma de abanico ya no está permitido precisamente por estas razones.

Ese metano, además, es otro punto a favor para el ganadero que quiere obtener beneficios. Mediante un procedimiento en el que se emplean los llamados biodigestores, se puede extraer el gas y emplearlo como combustible para calefacción o producción de electricidad, con el ahorro que eso conlleva a la larga para las explotaciones, aunque exija una inversión inicial.

La aireación en la balsas de almacenaje se emplea para reducir el contenido en nitrógeno de los purines. La aportación de aire favorece la acción de determinadas bacterias que pueden llegar a reducir la cantidad de este elemento hasta un 15%.

Otra línea de investigación que se está desarrollando actualmente va orientada a la fabricación de piensos. Se buscan nuevas composiciones de los alimentos de los cerdos para que, siendo igualmente eficientes en la labor de engorde de los animales, una vez digeridos generen un purín de mayor calidad (menos cantidad de nitrógeno) a la hora de utilizarlo como fertilizante.

Todas estas iniciativas, encaminadas a obtener un producto con menos contenido en nitrógeno, consiguen dos objetivos que hoy por hoy son esenciales para los ganaderos: reducir tanto posibles contaminantes como gastos en la explotación. A menor cantidad de nitrógeno, esos purines podrán verterse en un número de hectáreas agrícolas más reducido, pues ese es el factor limitante, con lo cual el número de desplazamientos para librarse de ellos será menor.

Aunque es cierto que se está avanzando mucho en la gestión y reutilización de estos residuos, en las últimas décadas no se ha investigado tanto como en otros aspectos importantes en la ganadería, como manejo o alimentación. Una gestión integral de los purines es absolutamente necesaria para evitar problemas de contaminación, pero también para cambiar la percepción que la sociedad tiene de este tipo de explotaciones.