El arzobispo se despide con su homilía de 2010

Redacción
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Braulio Rodríguez animó a tener «amplitud de miras, ninguna aceptación de la violencia y el terrorismo, y poca resignación ante situaciones injustas». Quiso cerrar ciclo rememorando las palabras pronunciadas en su primera celebración de San Ildefonso

Don Braulio ha pronunciado hoy su última homilía de San Ildefonso. - Foto: David Pérez

El arzobispo de Toledo presidió la misa en Rito Hispano-Mozárabe, en la Catedral Primada, con ocasión de la solemnidad de San Ildefonso, y lo hizo rescatando la homilía que ofreció, en 2010, con motivo de la misma celebración.

En su discurso, Braulio Rodríguez Plaza ha apelado a la «sana laicidad» y a la «cooperación» y para ello ha recurrido al un «gran valedor como es san Ildefonso». Braulio Rodríguez animó a tener «amplitud de miras, ninguna aceptación de la violencia y el terrorismo, poca resignación ante situaciones injustas que traen tribulación y dolor a los más pobres, cuidado y defensa de la vida y de la tierra, y, como católicos, participar de los sentimientos de Cristo Jesús».

A la celebración asistieron la alcaldesa, Milagros, y miembros de la corporación municipal, así como otras autoridades civiles y militares. En la homilía, el arzobispo destacó a San Ildefonso como «modelo de amor a la Virgen Santa María y a sus fieles toledanos» y ofreció «el valor de la fe católica, el signo del Evangelio de Cristo que ayude a llevar una vida digna, favorecedora del bien común, de la igual dignidad del ser humano, del servicio a los pobres y a la belleza que nos permite una vida humana digna y atrayente, que respeta el orden del estado de derecho de democracia parlamentaria en la monarquía constitucional».

Lo cual, apreció, «no significa callarse ante desmesuras o excesos que puedan acontecer entre nosotros, siempre con respeto y consideración». Y pidió también que «la indulgente piedad de Dios» libere y «reconforte con su misericordia a «todos los que aterroriza el miedo, aflige la carencia de alimentos, veja la tribulación, abruman las enfermedades, a todos los cargados de deuda y sometidos a cualquier tristeza». Son muchas las cosas a pedir para nuestra ciudad -señaló- y para esta Archidiócesis: «El bien común, la paz y la concordia, la valentía para solucionar cuantos problemas tengamos, la audacia para atender a cuantos sufren».