Cuarenta años del divorcio en Toledo

J. Monroy
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Durante los quince primeros días de la aplicación efectiva de la nueva ley se dieron dos demandas de divorcio en Toledo, amén de treinta peticiones de separación

Cuarenta años del divorcio en Toledo - Foto: Alberto Rodrigo

Pilar  tenían en 1981 28 años y estaba separada. Se había casado con 23 y tres años más tarde, solicitó la separación, aprobada finalmente «tras un año de pesadillas», aduciendo las reiteradas infidelidades de su esposo y el abandono del hogar. La prensa de la época (La Región Castellano-Manchega), la entrevistaba como ejemplo de persona que se quería divorciar, tras la entrada en vigor de este derecho en España. Entonces vivía con sus padres y su hijo de seis años. «No he querido rehacer mi vida, sin embargo, me siento bien. He conseguido la paz interior. Durante los tres años que duró mi matrimonio estuve con una venda en los ojos. Ahora el que me preocupa es mi hijo. A él sí que le resulta muy duro el tener que confesar a sus amigos que sus padres están separados», explicaba. También ponía sobre la mesa los problemas que se encontraba, de cara al divorcio, con los bienes. Su todavía marido trabajaba de DJ en una discoteca y abandonó su trabajo. Ella tampoco quería tener nada suyo, hasta que estuviera todo disuelto. Entendía que fijar la pensión era un nuevo retraso burocrático. 

Otra mujer en una situación similar era Natalia, quien protestaba:«de joven siempre fui contestataria, dice que por rebeldía perdí a mi marido, yo pienso que fue el querer ser yo misma. Recuerdo que siempre me impresionó la lectura de 'Casa de Muñecas' de Ibse. Desde luego, fui una muñeca de mi esposo, pero ahora soy yo misma». Llevaba dos años separada y se sentía muy bien. Sus cuatro hijos lo habían entendido e incluso se sentían aliviados, después de tanta bronca. El divorcio era para ella un mal menor, solución y pesadilla. Entendía que, tras tantos años en el hogar, y ahora que había vuelto al trabajo, la pensión debía ser su derecho, como una compensación laboral.

La ley del Divorcio fue una auténtica revolución en España, no exenta de polémica en una sociedad muy distinta a la actual. En agosto de 1981, el divorcio volvía a entrar en vigor en España, tras la dictadura (en junio lo aprobó el Congreso con 162 votos a favor, 128 en contra y 7 en blanco), y la prensa de la época recogía a principios del otoño que ya se habían producido en Toledo dos demandas de divorcio. 

El número 15 de La Región Castellano-Manchega recogía el 15 de septiembre de 1981 en su portada la subida del paro, que no cesaba; una visita al nuevo psiquiátrico de Toledo (residencia San José); el acceso de Juan Pedro Hernández Moltó a la Consejería de Transportes y Comunicación; la situación de Vascos, «la Pompeya toledana»; y la llegada del divorcio a Toledo, donde ya se habían producido las primeras demandas. Eran  en concreto dos demandas de divorcio y 30 peticiones de separaciones (también se había reformado la ley de Separaciones), según recogía en páginas interiores el reportaje de María Antonia Martín Díez.

Divorcio en los 80. Los que se quisieran divorciar, se preveía, tendían que pagar entre 30.000 y 100.000 pesetas por la separación. «Por treinta mil pesetas, unas horas de ventanilla y varios rimeros de documentación y papeleo, cualquier ciudadano podría divorciarse en Toledo, a expensas tan solo de un requisito 'sine qua non': estar previamente casado. Los nuevos tiempos, la adscripción a las modernas pautas democráticas, hacen que el toledano se interese por un tema que prolonga su libertad de opción ante la vida que, a trancas y barrancas, ya es una realidad también entre nosotros», comienza el artículo.

En realidad, durante aquel mes de agosto de 1981, por las vacaciones en los Juzgados, los toledanos pudieron casarse, pero no divorciarse. Parece que la novedad en el Código Civil llegaba con dificultades a la ciudad, como en el conjunto de España, donde el ministro Fernández Ordóñez, de UCD, dimitía el 31 de agosto.

En septiembre se abrieron las puertas al divorcio. Se constituyeron los Tribunales de Familia en las audiencias y juzgados de instrucción. Pero no llegó el esperado boom, al menos durante las dos primeras semanas. Solo fueron dos demandas. Algo similar ocurrió a nivel nacional. Se esperaba medio millón de divorcios, y no llegaron a 10.000 durante los seis primeros meses.

Hoy el divorcio es algo mucho más sencillo. Hace cuarenta años, no obstante, todo era más complicado. Los cónyuges debían empezar por acreditar un año mínimo sin convivir juntos de forma ininterrumpida. Entonces pedían la separación judicial, y desde la fecha de la sentencia, debían pasar por lo menos otro año separados. Finalmente, si se cumplían los anteriores pasos el matrimonio podía pedir el divorcio. Otra alternativa era una condena firme por atentar contra la vida de la pareja, hijos o padres. Todo ello, además, daba derecho a una pensión a la parte más perjudicada de la separación «como en las películas americanas».