El tiempo de los mitos

María Moreno Rodríguez
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El Museo del Ejército cuenta con una pequeña colección de relojes entre los que destaca esta pieza de la colección del antiguo Museo Romero Ortiz. Este reloj, cuyo propietario fue el marqués de la Romana, es una verdadera joya en miniatura

El tiempo de los mitos - Foto: E.MonteroHernan

En apenas veinte centímetros de alto está enteramente decorado con esmaltes, que presentan motivos florales y escenas mitológicas. En la base, cuatro medallones muestran sátiros, desnudos femeninos, centauros...todo ello sustentado por minúsculas patas adornadas con personificaciones de vientos (diminutos retratos que soplan al espectador). El pie del reloj va decorado con un ave y sus polluelos, que pican su pecho. Un complicado programa iconográfico sin que hayamos llegado aún a los diez centímetros de altura. Sobre este soporte está el reloj en sí, la maquinaria, envuelta en una caja esmaltada en cuya parte posterior se despliega una escena de la fragua de Vulcano. El conjunto se remata con un gallo y sorprende la cantidad de decoración desplegada en un objeto minúsculo. Sin embargo, queda una última escena por descubrir, un secreto tras las agujas. La esfera se abre y muestra el mecanismo, tras el cual se oculta otra imagen esmaltada que representa el baño de Susana.

Además de dar la hora, o incluso por encima de esta función, este reloj es una joya. Los relojes están constituidos por dos elementos: el mecanismo y su exterior. Son objetos que unen con minuciosidad el conocimiento mecánico y, como vemos en este caso, distintas técnicas artísticas. Artes «menores» que requieren mucha habilidad en su ejecución. En las piezas de relojería, reservadas a quienes se las podían permitir, intervenían todo un elenco de oficios artísticos, como escultores, ebanistas, plateros, orfebres, joyeros...empleando materiales y técnicas como el esmalte, la porcelana o las piedras preciosas. Sin embargo, la fabricación industrializada de estos objetos acabó con su aspecto artesanal y el despliegue ornamental que los acompañaba.

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El tiempo de los mitos - Foto: E.MonteroHernan
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El tiempo de los mitos - Foto: E.MonteroHernan

A lo largo de la Historia, la preocupación por medir el tiempo ha ido dando lugar a soluciones como los relojes de sol, las clepsidras, los relojes con autómatas en las ciudades medievales, o  el desarrollo de los relojes de bolsillo hacia fines del siglo XV. En torno a 1600, en Europa podemos hablar de dos tipos de relojes: aquellos que son principalmente una pieza de joyería que, accidentalmente, dice la hora, y por otro lado aquellos relojes que son una fuente exhaustiva de información, ya que dan la hora, el día del mes, e incluso la fase de la luna. Sin embargo, aún tiene que hacer su aparición la segunda aguja, que se generaliza a fines del XVII marcando los minutos. Entre el siglo XVII  y el XIX destacan relojes con esmaltes similares al que mostramos, muchos de ellos con escenas mitológicas y en ocasiones temas relacionados con el tiempo que corre, como las Parcas cortando los hilos de la vida. Los relojeros normalmente firman sus obras, pero las cajas raramente están firmadas. Durante el siglo XVII, era común que los esmaltadores fueran Franceses o Suizos y que las cajas se importasen vacías a Alemania, donde se ponían los mecanismos. En España, el siglo XVIII verá el nacimiento de la Real Escuela de Relojería y de la  Real Fábrica de Relojes. Tras siglos de evolución relojera, el móvil que nos da la hora contiene también una información enciclopédica que, al fin y al cabo, no es tan distinta de la contenida en esta diminuta pieza de precisión artística y mecánica, que les invitamos a ver en el Recorrido 4 - Liberales y Absolutistas.