El genio sordo que asombró al mundo

Javier Villahizán (SPC)
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Beethoven demostró al planeta que a pesar de perder completamente la capacidad de oír podía componer obras tan excelsas como la ópera 'Fidelio', la 'Sinfonía número 9', la 'Missa solemnis' o sus conciertos para piano

El genio sordo que asombró al mundo

Es uno de los grandes compositores de la Historia, sus sinfonías han sido catalogadas de obras maestras y su música ha perdurado en el tiempo, tanto que uno de sus movimientos, la Oda a la Alegría, se ha convertido en una referencia mundial a la amistad, además de ser el himno oficial de la Unión Europea.

El mundo conmemora este año el 250 aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven (16 de diciembre de 1770, Bonn), sin embargo, la crisis sanitaria del coronavirus ha provocado que los cientos de reconocimientos que iba a haber por todo el mundo en recuerdo a su figura y a su obra musical queden reducidos a la mínima expresión o sean directamente suspendidos.

A caballo entre dos épocas, el clasicismo más puro y el romanticismo estético, Beethoven bebe de esas formas musicales más armoniosas para cambiar sus estructuras y crear algo nuevo. Esa actitud de transformación le permitió romper con las convenciones musicales clasicistas de la segunda mitad del siglo XVIII y acercarse al romanticismo o incluso superarlo.

Solo Beethoven podía tender puentes con compositores de otras generaciones posteriores como Brahms y Wagner o incluso con músicos del siglo XX como Bartók, Berg y Schönberg.

Su obra, que puede dividirse en tres épocas, refleja el conflicto entre el pasado y el porvenir, entre el clasicismo y el romanticismo, entre la forma y la idea, y es el punto crucial en el que se conjugan las aportaciones de siglos anteriores con las nuevas perspectivas musicales.

Fue un renovador de los conceptos de armonía, tonalidad y colorido instrumental y logró llevar a la perfección el género sinfónico. Entre sus particularidades destaca el hecho de sustituir el ritmo clásico del minueto por uno más vigoroso, el scherzo o escarceo, obteniendo así contrastes más intensos y aumentando la sonoridad y variedad de texturas en las sinfonías y en la música de cámara.

Las obras de Beethoven indican un antes y un después en la Historia de la música y reflejan no solo el cambio entre el gusto clásico y el romántico, entre el formalismo del primero y el subjetivismo del segundo, sino también entre el Antiguo Régimen y la nueva situación social y política surgida de la Revolución Francesa.

En 1789 caía La Bastilla y con ella toda una concepción del mundo que incluía el papel del artista en su sociedad. Siguiendo los pasos de su admirado Mozart, Beethoven fue el primer músico que consiguió independizarse y vivir de los encargos que se le realizaban, sin estar al servicio de un príncipe o un aristócrata, si bien, a diferencia del salzburgués, él consiguió triunfar y ganarse el respeto y el reconocimiento de sus contemporáneos.

 

El sentido más importante

Uno de los detalles mas sorprendente acerca de Ludwig van Beethoven es el hecho de que fuese sordo. ¿Cómo puede un músico, un compositor, carecer de lo que imaginamos su sentido mas importante? Cómo es eso posible? ¿Cómo componía, como creaba?

El músico se sintió terriblemente golpeado por el destino en el momento en el que apareció el comienzo de esa dolencia. Por ese motivo y para evitar habladurías y perder posibles contratos Beethoven mantuvo su dificultad auditiva en secreto durante mucho tiempo. Tan solo se lo comunicó por carta a algunos de sus más cercanos amigos de Bonn. A ellos les confesó en varias misivas lo que a la postre se convirtió en uno de sus mayores martirios: la sordera total. 

«Debes saber que mi facultad mas alta, mi oído, se ha visto grandemente deteriorado» relataba a una de sus amistades, y añadía compungido: «O, qué feliz sería si mi oído fuera completamente restaurado».

Mas allá de lo mucho que se ha escrito sobre esa disminución de la facultad de oír de Beethoven y de su carácter áspero, la sordera del compositor no fue completa al principio, en torno al cambio de siglo. Sino que esta privación se estableció y desarrolló lentamente. Lo dramático fue el momento en el que el joven y exitoso músico tuvo que aceptar que tenía una enfermedad que era permanente, con la que iba a tener que convivir y que se iba agravando con el paso del tiempo. 

La explosión

Hacia 1802, la fuerte crisis personal derivada de su sordera y las contrariedades sentimentales y físicas actuaron como catalizador de su arte, lo que supuso una explosión musical beethoveniana de primer orden, como se demuestra en la ópera Fidelio.

Sin embargo fue en su último período, a partir de 1815, cuando el artista muestra todo su esplendor creativo y eso a pesar de sus altibajos emocionales y su completa falta de oído.

Su arte se convierte en sublime. Beethoven fue capaz de librarse de todo concepto material y físico y ahora su música se muestra elevada. Es en esta época cuando surge en el genio un soplo de carácter religioso, un sentimiento de solidaridad universal, un cierto idealismo y una sensación de tratar al otro como un hermano. 

Este nuevo estado en Beethoven le origina una alegría inmensa. Tal es así que dedica a este sentimiento tres himnos en las últimas sinfonías, la número 7, la 8 y la 9. Sin duda la Sinfonía n.º 9 (1823), llamada Coral, es la obra más célebre de esta etapa, junto a la Missa solemnis

Beethoven falleció el 26 de marzo de 1827 completamente sordo y también pobre, a pesar de haber amasado una gran fortuna. Además eran conocidos sus continuos problemas de salud. El genio padeció dolencias hepáticas durante toda su vida, así como dolores abdominales crónicos, cólicos y  depresión.

Sin embargo, nada de eso fue capaz de detener a un monstruo que pensaba en música incluso en sueños y que se convertiría con el tiempo en uno de los compositores eternos y más importantes de la Historia.