Historia de una madre y un hijo

Ramiro González
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Netflix ofrece 'Hillbilly', una película injustamente vapuleada por la crítica que debería haber sido nominada a los Oscar porque la trama engancha desde el principio y cuenta con unos actores que se salen

Todos los años hay una película que concita a su alrededor los odios de los críticos. Parece que hay una extraña necesidad de encontrar una especie de cojín sobre el cual arrojar puñetazos, patadas, gritos. Y este 2020 tan raro debido a la pandemia, le ha tocado a una cinta que, curiosamente, hasta hace bien poco, se encontraba en la posible carrera hacia los Oscar. Y seguramente surja la pregunta a quien está leyendo: ¿Cómo es esto posible? ¿Una posible candidata a los premios más importantes de la industria del cine como la más castigada del año?

Lo que molesta no es la forma, sino el fondo de la película. Ron Howard se ha atrevido a hacer una obra cinematográfica que va absolutamente en contra de la corriente Woke (iluminados de las ideologías new age) actual. Porque Hillbilly, nos habla de la vida de J.D. Vance, un joven americano de Kentucky que ha crecido en una familia disfuncional, y que lucha a diario por salir adelante. Tiene varios trabajos para pagarse los estudios de Derecho y poder prosperar en la vida. Un argumento normal que no tendría por qué suscitar iras ni desprecios, pero quizás los valores que defiende no vayan acordes con la posmodernidad, y ese quizás sea el problema del filme y por lo que lo estén empujando hacia la herejía.

El conocido director de Apolo XIII y las aventuras cinematográficas de Robert Langdon en El Código Da Vinci, desembarca ahora en la plataforma Netflix con una propuesta que arranca a mitad de la narración, con un J.D. adulto con aspiraciones de llegar a un buen despacho donde ejercer la abogacía. Una noche recibe una importante llamada de su hermana para anunciarle que su madre (Amy Adams) ha sido ingresada en el hospital por una sobredosis de heroína. En este punto, la narración entronca con diferentes flashbacks en donde conocemos su dura infancia en un hogar disfuncional junto a su madre y su abuela (Glenn Close) a la que cariñosamente llama Mamaw. Dos mujeres rotas por un pasado común marcado por el maltrato y el alcohol. 

La película retrata a una familia que, a pesar de las numerosas dificultades, no duda en mantenerse unida. Un drama que va in crescendo en todo momento, magníficamente bien llevado por dos grandes actrices que establecen una suerte de duelo interpretativo típico de una antesala de premios. 

 

Complicidad con la abuela

El ritmo del relato no decae en ningún momento y no duda en retratar la crueldad, como en ese momento en que la madre sacude bofetadas y puñetazos a su hijo en el coche, una secuencia que se alarga después en una pequeña persecución hasta el hogar de una asustada vecina que no duda en llamar a la Policía; al igual que los momentos entre el chico cuando era niño y Mamaw, cargados de silencios y de miradas cómplices en las que no hacen falta diálogos, aunque sean tan geniales como la analogía que hace la anciana (sublime Glenn Close con la típica interpretación de Oscar) sobre los seres humanos y los diferentes tipos de Terminator

Hillbilly habla, en definitiva, de la mejora, de la autoexigencia, de querer ser mejor día a día. Pero ante todo es una historia sobre la importancia de la familia como núcleo personal en el que se nace, se crece y se aprende. 

Y todo ello enmarcado por una buena fotografía y la música nostálgica del gran Hans Zimmer. Una bella película que no dejará indiferente a nadie.