Del frío de Massachusetts a la cálida Florida

Lorenzo Castro E. (EFE)
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Cientos de tortugas son llevadas cada otoño hasta zonas más templadas de EEUU después de ser rescatadas de las aguas gélidas del Atlántico, una 'trampa mortal' para estos reptiles

Uno de los ejemplares que volará hacia el sur de Estados Unidos en busca de aguas más templadas.

Rescatadas de las aguas del Atlántico en Massachusetts, decenas de tortugas aturdidas por el frío son llevadas por vía aérea hasta un hospital especial situado en los Cayos de Florida y otros centros para animales en lugares cálidos de Estados Unidos, gracias a grupos de voluntarios que ahora cumplen su labor en medio de las dificultades derivadas de la COVID-19.

Como cada año, durante el otoño, que es cuando ocurre el fenómeno conocido como cold stunned, la organización Turtles Fly Too (Las tortugas también vuelan) organiza decenas de vuelos al mando de pilotos voluntarios desde ese norteño estado con los animales que lograron ser rescatadas en la Bahía de Cape Cod, el sitio donde cientos de jóvenes ejemplares de las Kemp’s Ridley (o tortugas lora) quedan atrapadas y muchas finalmente mueren.

Estos ejemplares, que se hallan en «crítico» peligro de extinción, como señala la directora ejecutiva de Turtles Fly Too, Bonnie Barnes, van hasta esa bahía rica en alimentos durante los meses de verano, pero cuando el agua gélida empieza a entrar, las más jóvenes de manera instintiva buscan aguas bajas, donde quedan atrapadas y algunas terminan varadas en la orilla sin posibilidad de salir.

Aturdidas por el frío, sin capacidad de nadar o comer, y algunas con cuadros de neumonía, las que logran ser rescatadas por grupos de voluntarios son llevadas a acuarios del noreste de Estados Unidos para ser estabilizadas y luego transportadas por aire por alguno de los 350 pilotos que Barnes tiene en su base de datos, en vuelos que llegan a costar unos 35.000 dólares por trayecto, pero que la organización afronta gracias a donaciones y el invaluable apoyo de los pilotos voluntarios.

«Es mucho trabajo orquestar esto», confiesa Barnes, con casi 20 años de experiencia en organizaciones de conservación, sobre la labor de Turtles Fly Too durante las casi 12 semanas que dura la temporada de cold stunned y en la que transportan entre 200 y hasta 600 de estas tortugas a diferentes centros de tratamiento tanto en Florida, que también incluye el acuario de Miami y SeaWorld Orlando, como en Georgia y Luisiana.

Una labor que esta temporada enfrenta un doble reto. Por un lado, hay más animales víctimas del aturdimiento por frío, que para los especialistas es otra de las consecuencias del cambio climático. Y por otro, las limitaciones que ha impuesto la pandemia ha dejado con menos fondos estatales y privados a muchos de estos centros, los cuales ya no pueden recibir la cifra usual de años anteriores o directamente les han tenido que cerrar sus puertas a las jóvenes tortugas.

Barnes no oculta su preocupación de que los patrones del tiempo de la actual temporada pueda llevarlos, bajo estas limitaciones, a una situación como la de 2014, cuando se debieron emplear a fondo para rescatar en un período de dos meses a unos 1.200 de estos mamíferos marinos.

«Por ahora vamos en unas 300», señala la directiva, quien agrega que el desarrollo hasta fines de enero dependerá de cuan frías sigan las aguas.

 

Un hospital especializado

«Es la mayor cantidad de tortugas que este hospital ha recibido en una sola vez desde Nueva Inglaterra», confiesa Zirkelbach, su directora, sobre las 40 de ellas (el doble de lo usual por cada viaje) que recibieron recientemente. Los animales de inmediato fueron atendidos por parte de las 15 personas que conforman el equipo técnico y especialista de este centro, que trabaja a destajo para atender a estos mamíferos marinos, algunos de los cuales requirieron atención de urgencia por cuadros de hipotermia o hasta infección en sus huesos. 

Levantado sobre lo que fue un motel en el cayo Maratón, al sur de Florida, desde su puesta en marcha en 1986 el Hospital de Tortugas ha recibido y tratado a más de 1.500 tortugas en sus instalaciones, que cuentan con una sala de urgencias, de rayos X y tanques de agua, para luego ser devueltas a aguas del Atlántico o dadas en adopción las que no quedan en condiciones de volver a la vida silvestre.

«Este año están siendo cientos de tortugas que han quedado varadas. Hay instalaciones que han llegado a su capacidad, así que este hospital está haciendo su parte y tomando tantas tortugas como podemos», agrega Zirkelbach.

Las 40 tortugas, que fueron parte de un grupo de 64 de las cuales una veintena fueron llevadas a otros tres centros en Florida, reciben ahora antibióticos, vitaminas y miel para tratar heridas que algunas se hicieron en sus caparazones, además de extraerles muestras de sangre para, entre otros, revisar sus niveles de potasio.

«La buena noticia es que todas las 40 tortugas están nadando, un buen porcentaje de ellas está comiendo y estamos cautelosamente optimistas de que podremos poner de vuelta a todas ellas en el mar», señala la directora. «Cualquier temperatura que esté por debajo de 50 grados (10 grados celsius) se convierte en muy peligrosas para ellas», explica Zirkelbach.

«Podemos potencialmente perder una población que una vez extinguida nunca más volverá», señala por su parte Barnes, quien pide ayuda a los gobiernos locales e instituciones privadas aun en medio de un contexto como la pandemia del coronavirus.

«Las especies en peligro necesitan nuestra ayuda», manifiesta.