Modesto de la Cuerda también restauró la torre catedralicia

A. de Mingo / Toledo
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El propietario de la célebre carpintería de la plaza de Santa Isabel, fotografiada y pintada hasta la saciedad, intervino en el Alcuzón de la torre en 1911. Su hijo, el toledano Fidel de la Cuerda, fue uno de los responsables de la creación del DNI

Modesto de la Cuerda también restauró la torre catedralicia

Las obras de restauración de la torre de la Catedral de Toledo, presentadas hace dos semanas por el deán con un emotivo recuerdo al arquitecto-restaurador Jaime Castañón, permiten abrir el cajón de los recuerdos de una ciudad que siempre ha manifestado un orgullo especial por el más alto de sus campanarios. La instalación de su primer pararrayos en 1866 o la restauración del remate superior en 1951 -inmortalizada por Rodríguez en una célebre fotografía- son episodios de los que ya forma parte la enorme lona, recién retirada, que ha recubierto su estructura a lo largo de estos últimos meses.

A comienzos del siglo XX, más concretamente entre 1911 y 1912, otra gran restauración obliga a recordar el nombre del carpintero Modesto de la Cuerda Ballesteros (1860-1938) y su célebre taller de la plaza de Santa Isabel, uno de los espacios más pintorescos del viejo Toledo.

Carpintero y maestro de carpinteros, perteneciente al sindicato de San José, para obreros católicos, «el señor Modesto» se encargó de coordinar la sustitución de las maderas del Alcuzón de la torre, es decir, el característico remate superior con su triple corona (el único cuerpo que no ha sido incluido en la restauración de 2019-2020). 

Los trabajos comenzaron en mayo de 1911, después de varias denuncias por su mal estado de conservación a lo largo de los primeros años del siglo XX. En septiembre, según informaba El Heraldo Toledano, las tareas se encontraban «adelantadísimas, habiéndose comenzado ya a desmontar el valiente andamiaje que ha servido para ejecutar la obra y que viene dirigiendo el simpático maestro de carpintería y particular amigo nuestro, D. Modesto de la Cuerda».

Conocemos por Ángel Díaz, que recordaba en El Alcázar la importancia de estas obras a comienzos de los setenta -más de treinta años después de la muerte del maestro carpintero-, que «en una de las bolas de remate de la veleta figuran grabadas sus iniciales: M.C.». Su salario por la «reconstrucción, arreglo, colocación de pizarras y cubiertas de las tres grandes coronas que dan esa alegría al remate de la torre de la catedral toledana» fue de cinco pesetas diarias. «El andamiaje fue hecho exclusivamente de tablones en forma de castillete que rodeaba toda la pirámide de la torre». No hubo que lamentar accidentes personales, continuaba Ángel Díaz, pero sí la caída de un tablón sobre los tejados del Palacio Arzobispal, «el cual atravesó tres pisos sin ocasionar desgracia personal alguna».

Además de la restauración del Alcuzón de la Catedral, Modesto de la Cuerda trabajó en las torres de San Andrés y San Justo, y también en la iglesia parroquial de Almonacid. 

«No quiso reformar nunca su típico taller», fotografiado en infinidad de ocasiones, y pintado por artistas como Ricardo Arredondo y Enrique Vera. «Lo conservó contra viento y marea en su primitivo aspecto, tan atrayente para toledanos y visitantes de la ciudad. La Dirección General de Bellas Artes recientemente -era 1974- hizo obras de conservación de la fachada de este taller».

Modesto de la Cuerda fue también concejal del Ayuntamiento de Toledo a comienzos de los años diez, siendo incluido, como el resto de los ediles de aquella época, dentro de la parodia «La Taberna y el Municipio», que publicó El Heraldo de Toledo en 1913 y que diferenciaba entre dos clases de vino diferentes: «el moscatel, que es Moraleda y el común, que es Modesto de la Cuerda».

No conocemos muchos detalles sobre su vida personal. Contrajo matrimonio en dos ocasiones. La primera de ellas, con Paula Fernández Guerra, fallecida en 1907. Lo haría posteriormente con Francisca Díaz. Tuvo tres hijos de su primera esposa: Antonio, agente de policía; Félix, maestro nacional, y Fidel, nacido en Toledo en 1883, quien realizó una exitosa carrera militar como general de brigada y como responsable técnico y político en materia de seguridad e identificación, pudiendo ser considerado uno de los principales responsables -según ha estudiado Martí Marín Corbera- de la creación del Documento Nacional de Identidad.

Modesto de la Cuerda Ballesteros falleció en Toledo el 28 de diciembre de 1938, a los 78 años. Asistieron a su entierro Fernando Aguirre Martínez, primer alcalde del Toledo franquista, el presidente de la Diputación y los delegados de Orden Público y Hacienda, además de un representante del gobernador civil y diversos mandos militares, incluido su hijo, cuyo rango por aquel entonces era el de teniente coronel de Estado Mayor y secretario del Ministerio de Orden Público. Fue, sin embargo, por mucho que «su entierro ha podido hacer imaginar grandezas a los que no le conocían», un «viejo artesano al estilo clásico español».

Así lo despedía ‘Teerre’ en El Alcázar, el 28 de diciembre de 1938: «Para los toledanos, Modesto de la Cuerda es esto: el artesano típico. Es imposible separar su recuerdo del de su taller de carpintería, aquel viejo zaguán de ancha portalada, pegadas a la pared las pesadas puertas de gruesos cuarterones, en la plaza de Santa Isabel, dentro del que sonaba siempre el monótono chirriar de la sierra, canto al trabajo fecundo, y fuera se coronaba con la alegre policromía de las flores y las enredaderas que rebosaban de los ventanales, canto también de orden y alegría del hogar».