Ignacio Olmos conquista Madrid

Mario Gómez
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El novillero moracho bordó el toreo al natural en el sexto y el fallo a espadas le impidió tocar pelo. Una presentación muy seria en Las Ventas en la que dejó patente que quiere ser torero

Ignacio Olmos. - Foto: Plaza 1

Bajaban los aficionados por la calle Alcalá con un ojo puesto en el resultado electoral. La gente se agolpaba en el patio de cuadrillas para recibir a los toreros. Los caballos de picar ataviados, los matarifes afilaban sus cuchillos en el patio de arrastre; y otros sus smartphones.

Hubieron de rendirse todos a una novillada que, sin ser excelsa, resultó potable y con material suficiente para mostrar una digna carta de presentación.

Eso es lo menos que se podría esperar. Lo que en realidad se vio fue un novillero que se presentó en la primera plaza del mundo con una novillada con toda su barba, que a escasas fechas de cumplir de toro dieron un buen juego.

No le supuso hándicap al moracho Ignacio Olmos el hecho de solo contar con 6 paseíllos con los del castoreño. Si le pesaba, lo supo enmendar con ganas, torería y raza; porque tiene para dar y tomar.

En el novillo de su presentación aguantó parones y pisó los terrenos de fuego. Esos que queman y no todos son capaces de pisar. Resultó volteado y en el segundo cayó herido. Una cornada de 15 centímetros en el tercio medio, cara interna del muslo izquierdo, con dos trayectorias, hacia adentro y hacia arriba y una herida en párpado externo derecho.

Antes de pasar a la enfermería, dio una vuelta al ruedo, como mérito por la labor realizada donde destacaron dos tandas de mano muy baja, en las que escuchó los primeros ‘olés’ de Madrid.

Si en el primero dejó buena impresión fue en el segundo en el que puso realmente de acuerdo a Madrid. Supo entender Ignacio que la verdad es la única forma para caminar en esto. La verdad de un toreo encajado, con zapatillas asentadas y muleta en la izquierda. Esa, de dar el pecho y echar los vuelos hasta correr la mano más allá de la cintura y vaciar el muletazo. Esa ante la que Madrid se rinde y ruge, haciendo suyos los toreros.

Se vivió esa comunión entre toro y torero (muy importante el novillo ‘Iluminado’), que hace que el que estaba sobre el cemento venteño, quiera entrar también y ser partícipe.

Lástima que no entrase la espada, porque podría haber sido una presentación soñada; pero no importa, porque Ignacio Olmos, ya ha entrado en Las Ventas, quiere ser torero y viene para quedarse.

Otro que está y merece especial mención es el toledano Rafael González Amigo. Tras parear con excelencia al tercero, hizo una lidia exquisita al sexto, de esas que son para paladear y que deberían ponerse en las Escuelas de tauromaquia. Fue tal la magnitud, que tras cerrar al novillo en su burladero, la ovación fue rotunda, incluso teniendo Ignacio Olmos que invitarle a desmonterarse. No lo hizo el banderillero, no tendrá la foto, pero sí el respeto y reconocimiento de Madrid y eso vale doble.

Lagartijo volvía a Madrid tras su vuelta al ruedo en verano y un largo invierno en América. Mostró el rodaje lógico de quien lleva tiempo en esto y supo resolver dignamente la papeleta. En el quinto, novillo de mucho volumen, aprovechó las idas y venidas del animal para dar muchos pases; hasta tal punto de echársele la hora encima y sonar dos avisos.

Abrió la tarde el sevillano Kevin de Luis. Al jabonero que hizo primero, su mansedumbre le impedía fijarse en la muleta, y sembró cierto desconcierto. No acertó De Luis en el planteamiento y fue difusa su faena. En el segundo de su lote, volvió a no verlo claro y no dejó demasiado reseñable en la tarde de su presentación.