La Mesa de la discordia

Agencias-SPC
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La configuración del órgano rector del Congreso crea las primeras tensiones entre los partidos porque todo el mundo quiere su asiento en el lugar donde se marca la agenda política del país

La Mesa de la discordia - Foto: Óscar Cañas

Las votaciones que se vivieron el pasado martes en el Congreso para la designación de los nueve integrantes de la Mesa dejaron momentos de tensión -sobre todo entre el PP y Vox- y reflejaron la importancia que para los partidos tiene no solo ocupar uno de sus puestos, sino acaparar la mayoría. 

Juntar papeletas de varios grupos para que uno u otro diputado sea presidente, vicepresidente o secretario es uno de los procesos más alambicados, laboriosos y hasta frenéticos de las sesiones constitutivas de las Cortes. Entender a qué obedece esa tensión conduce a explicar por qué el órgano rector del Parlamento es tan importante en la legislatura.

Gobernar el Congreso de los Diputados, como hace la Mesa, supone hacer su presupuesto, aprobarlo y controlarlo. Y si se controlan las cuentas, también los gastos. Dos ejemplos: el Congreso desembolsa en personal unos 40 millones de euros (la mitad va a parar a los parlamentarios). De hecho, la gestión del personal del Palacio de la Carrera de San Jerónimo es una tarea ardua. Parlamentarios, asistentes y funcionarios dependen de este órgano.

El reglamento habla del «gobierno interior» de la Cámara como una de las funciones de la Mesa, y efectivamente es eso, el presupuesto, pero también otros cometidos como la seguridad (el Congreso cuenta con una Comisaría de Policía propia); las condiciones laborales de todos sus trabajadores o la contratación de servicios como la cafetería.

El juego de ser más. Pero más allá del día a día interno del Hemiciclo, lo que hace realmente valioso -y deseado- a este órgano es su poder sobre la agenda política del país. Por las manos de sus nueve integrantes pasan las preguntas, las proposiciones de ley, las proposiciones no de ley y los proyectos del Gobierno para que sean calificados, esto es, admitidos y luego publicados en el Boletín de las Cortes Generales. Así pues, desde este organismo se pueden tumbar iniciativas o peticiones de informes. De hecho, las de los grupos que inciden en aspectos de la Casa Real suelen ser rechazadas.

De esta manera, que la mayoría de la Mesa sea de izquierdas o de derechas es fundamental para la tramitación de las resoluciones. Por ejemplo, la mayoría que lograron PP y Cs en la XII Legislatura -la que comenzó con Mariano Rajoy de presidente y acabó con Pedro Sánchez de inquilino de La Moncloa tras ganar la moción de censura- logró aplazar indefinidamente la tramitación de varias proposiciones destacadas del PSOE y de Podemos, entre ellas, las de memoria histórica o eutanasia. 

Además de su paso por el Hemiciclo propiamente dicho, el recorrido legislativo de cada iniciativa pasa por las comisiones parlamentarias que, efectivamente, también están controladas (sobre todo en su creación) por la Mesa. Los tiempos de tramitación, por tanto, están en la mano del órgano rector que puede acelerar o retrasar las diligencias según su mayorías.

Otras funciones 

Supervisar las declaraciones de bienes y actividades de los diputados o iniciar el trámite de los suplicatorios que envíe el Tribunal Supremo para investigar a los parlamentarios son otros cometidos de la Mesa, el lugar omnipresente por el que pasa toda la información. Por ejemplo, nada más comenzar la anterior legislatura, este órgano suspendió de sus derechos y deberes a los cuatro diputados catalanes en prisión preventiva en ese momento por el juicio del procés. Uno más: el trabajo de los periodistas en la Cámara -dónde estar, dónde no, incluso hasta qué soportes técnicos no emplear- es decisión de este organismo. Pero, sobre todo, hay un intangible muy valorado por los partidos: quién está en la Mesa sabe todo, o casi todo, lo que sucede en el Congreso, la tercera institución del Estado.