La pandemia ha cambiado de forma radical la forma de trabajar en los colegios. Y a medida que van bajando las edades, el cambio es más brusco para los niños, explica Ana Alía Sastre, maestra de Infantil en el CEIP de Valparaíso. «La realidad de la enseñanza, el proceso que llevas en estas etapas, de alguna manera desaparece, porque en la distancia se pierden todos los elementos que hacen posible los pequeños aprendizajes del día a día». Los maestros se han visto obligados a contar con el tiempo de los padres, «que bastante tienen con sus circunstancias».

Durante el pasado año, Ana Lía estuvo con niños de cinco años, con los que pudo hacer algo más, por sus hábitos adquiridos, pero con los de tres «es casi imposible; es plantearles actividades y que les dirija un adulto». Aún así, el pasado año vio a sus niños «con mucha necesidad de cole y de disfrutar de sus compañeros, que en la etapa de Infantil es lo básico, y también tristes». Todo ello ha influido en ellos en los ritmos de sueño y en la aparición de miedos que no había. Muy pronto en su antiguo grupo una niña perdió a su abuelo, y tuvieron que tratarlo en clase, lo que fue muy duro para ellos, «porque no dejan de ser cabecitas muy pequeñas».

En lo positivo, algunas madres han comentado a Ana Lía que la pandemia ha hecho madurar mucho a los pequeños, sobre todo en autonomía personal y en estructurar los tiempos de trabajo. Lo que también destaca su maestra es la responsabilidad de los pequeños con la pandemia, lo asumen como una rutina más. Lo que más les cuesta es no tocarse.