«Si creemos en la igualdad no se puede no ser feminista»

C.S.Jara
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Entrevista con la consejera de Igualdad, Blanca Fernández.

«Si creemos en la igualdad no se puede no ser feminista» - Foto: VÁ­ctor Ballesteros

No faltará hoy en la manifestación del 8 de marzo. Como feminista convencida desde que tiene conciencia, la primera consejera de Igualdad de Castilla-La Mancha, Blanca Fernández, defiende que quedan muchas barreras para llegar a la igualdad material y que siguen siendo necesarias las acciones positivas para derribarlas.

¿Porque es necesario el 8M?

Mis razones son las de millones de mujeres, la lucha feminista es colectiva, aunque la conformamos personas individuales y sea un movimiento muy heterogéneo. Hay que recordar que el 8 de marzo sigue siendo un movimiento mundial, reivindicamos mejorar la situación de las mujeres en nuestro país, en nuestro territorio en Castilla-La Mancha y en nuestros pueblos, pero también la igualdad y el acceso a los mismos derechos de las mujeres del resto del mundo, donde sabemos que los derechos humanos están siendo permanentemente conculcados y especialmente los derechos de las mujeres y de las niñas que aún en pleno siglo XXI siguen siendo víctimas de trata con fines de explotación sexual, que es la explotación del siglo XXI y que esas raíces estarán en otros países, pero que aquí, en España, vemos claramente una cara muy amarga de ese fenómeno, que es la prostitución, en muchísimas ocasiones forzada, bajo vejaciones, amenazas y tortura. Éste es un ejemplo de que las mujeres aún seguimos siendo víctimas de discriminaciones que desde luego los hombres no sufren y en ese sentido hay que continuar con la pelea, pero no solo por esto, sino por muchas otras cosas: brecha laboral, falta de visibilidad en el mundo de la ciencia, del arte, de la tecnología, de la toma de decisiones en los negocios... En fin, todavía hay muchas barreras que impiden que las mujeres estemos en pie de igualdad y que la igualdad material sea una realidad en pleno siglo XXI.

La prostitución es un caballo de batalla del movimiento feminista, su posición personal es clara.

Yo lo tengo claro, porque en el momento en que te adentras y adquieres conocimientos objetivos no puedes ser impasible ni equidistante. Si me preguntas si soy abolicionista, soy abolicionista, porque considero que como dice la ONU el 90 por ciento de las mujeres y de las niñas que ejercen la prostitución lo hacen obligadas y han sido de alguna manera víctimas de trata. Quien hable de trabajo sexual que haga una reflexión y piense si querría ese tipo de trabajo para sus seres queridos. Yo no lo querría. Entiendo que las mujeres que ejercen la prostitución lo hacen desde una posición de tremenda vulnerabilidad y de muchísima necesidad y mucha pobreza y por tanto no podemos defender que esto sea un trabajo normalizado que haya que regular y olvidarnos de él. Sería dejar desamparadas a miles de mujeres, millones en el mundo.

Otro tema candente son los vientres de alquiler...

Yo también tengo muy claro que todo aquello que suponga la comercialización del cuerpo de la mujer no lo comparto. No es el modelo hacia el que yo creo que debemos ir como sociedad. Entiendo que las parejas que no tienen hijos los pueden adoptar, soy consciente de las dificultades que tiene que afrontar una pareja, especialmente cuando es perteneciente al colectivo LGTBI, que tienen que superar unas barreras impresionantes, pero el tener barreras o situaciones discriminatorias que superar no puede ser sobre la base de la discriminación de otras personas. Y esto es lo que yo creo que supone un vientre de alquiler, porque al final ¿quién va a alquilar su vientre? Quien tiene necesidad económica de hacerlo, quien no tiene necesidad económica no lo va a hacer. Por tanto, recae nuevamente sobre la espalda de las mujeres más vulnerables. No me parece justo, no es de justicia.

Este año el lema elegido por la Junta para este día es «Imparables». Parece una respuesta a cierta involución que se está promoviendo.

Lo es en parte. Hemos elegido ese lema porque en una sola palabra se engloban muchas cosas y todas muy positivas. La primera es que si podemos considerar que el movimiento feminista lleva trabajando 150 años esta carrera es imparable. Es evidente que en esta carrera no hemos hecho más que conquistar derechos a lo largo de este tiempo, especialmente en los países desarrollados y de manera muy singular en España en la etapa democrática. Por tanto es una carrera imparable. Pero debe ser imparable, no nos podemos parar porque en la medida que paremos esa conquista de derechos corremos el riesgo de retrotraernos al pasado. Y también es un mensaje para los movimientos reaccionarios que nos han dicho que paremos, que ya hemos llegado hacia donde íbamos y no, no hemos llegado.

En España sigue habiendo una brecha laboral que se cifra en términos de masa salarial en una diferencia de un 22 por ciento entre lo que cobran los hombres y lo que cobran las mujeres y si miramos cuantas rectoras hay en España creo que son apenas 14; si miramos las catedráticas apenas son el 21 por ciento; si miramos el mundo de la investigación vemos cómo apenas un 39 por ciento son mujeres, el resto son hombres. Pero es que si miramos y ascendemos en la cadena de mando, se va reduciendo. Si miramos el mundo de la empresa vemos que en los equipos directivos apenas hay mujeres. Hay todavía una evidencia muy clara de que la igualdad material no la hemos conseguido. La igualdad legal, sí. En España podemos decir que estamos en un país privilegiado donde las leyes no nos discriminan, al contrario, hay leyes que favorecen la acción positiva hacia la igualdad de oportunidades, pero la igualdad material no es un hecho, por tanto hay que seguir trabajando y tenemos que seguir avanzando.

Uno de los ámbitos donde se han registrado grandes avances es en la política, imprescindible para que se produzcan más cambios.

Y es un buen ejemplo porque no ha sido un proceso natural, ha sido un proceso inducido, gracias a medidas concretas en su momento muy cuestionadas como la política de cuotas: obligar a los partidos políticos a que las candidaturas sean paritarias. Fue una medida muy contestada por la derecha, pero se ha visto cómo ha dado sus frutos. Es importantísimo que las mujeres nos incorporemos en pie de igualdad a la política, pero no solo a la política. La política es un elemento más, muy importante porque es muy representativa de la sociedad y es indudablemente una palanca, pero no aspiramos solo a ocupar puestos políticos. Aspiramos a que como somos la mitad del mundo, la mitad de España, la mitad de Castilla-La Mancha, estemos representadas en esa misma proporción en todos los ámbitos del mundo y de la vida. Si pudiésemos resumir el objetivo del movimiento feminista, que es muy difícil, es que hombres y mujeres compartamos en igualdad el mundo y la vida, tanto dentro como fuera de casa, con todo lo que eso supone.

El papel de la Consejería de Igualdad es transversal, no es un área acotada. ¿Cómo se trabaja con esa obligación de estar un poco en todo?

Es muy importante la idea del presidente de compatibilizar igualdad y portavocía, porque la portavocía te obliga a tener conocimiento sobre todas las materias y sobre toda la acción del gobierno, de manera que ya de paso impulsamos la perspectiva transversal de las políticas y la transversalidad, el mainstreaming de género es importante que se incorpore a la acción del gobierno. No vale de mucho tener un Consejería de Igualdad si el gobierno no tiene claro que hay que aplicar las políticas de género en todas las áreas. Prácticamente todo el gobierno tiene algo que decir, desde el consejero de Desarrollo Sostenible con la Agenda 2030, pasando por todas las consejerías y acabando con Hacienda que para hacer sus presupuestos tiene que hacer un informe con perspectiva de género.

El pilar esencial de la Consejería es el Instituto de la Mujer que tiene su propio funcionamiento autónomo y es el alma, el motor de las políticas de igualdad en Castilla-La Mancha. Pero si dejamos solo al Instituto de la Mujer el avance será más lento, si el gobierno integra el mainstreaming de género en toda su acción el avance será más rápido.

La consejera de Igualdad se define feminista.

Yo soy una mujer feminista, ¿por qué? es que ser mujer y no ser feminista... Las mujeres tenemos que tener la convicción de que tenemos la capacidad de ser exactamente iguales que los hombres. Iguales en derechos, no estoy diciendo que las mujeres y los hombres no tengamos diferencias, pero las diferencias no pueden justificar nunca la desigualdad. Soy feminista cuando defiendo la abolición de la prostitución, por ejemplo, porque creo que las mujeres vulnerables son las que pueden verse abocadas a ser mujeres prostituidas. Y soy feminista porque defiendo que la pobreza no tiene porqué tener rostro de mujer. Como socialista me gustaría que no existiera la pobreza, pero es muy injusto que las mujeres seamos más vulnerables, las pensiones más pequeñas, las tenemos las mujeres; la carrera profesional con menos oportunidades, la tenemos las mujeres. Las medidas de acción positiva son imprescindibles para romper las dinámicas tradicionales, que si no se introduce una palanca o un bisturí es imposible romper.

En su caso, ¿el feminismo la lleva al socialismo o al revés?

¿Qué me llevó al socialismo?... un concepto de justicia del mundo y de la vida, no hubiera podido tener otra ideología. Y sin hacer una reflexión muy profunda siempre consideré que no había razones objetivas para que las mujeres tuviéramos que ocupar un segundo plano. Es una convicción profunda que no sé ni cuando asumí, forma parte de mí y es connatural a mi manera de ser. Yo no discriminaría entre el hecho de ser socialista y ser feminista, porque en este momento de mi vida considero que es muy difícil ser socialista sin ser feminista, honestamente, si creemos en la igualdad no se puede no ser feminista.

¿Personalmente se ha encontrado con muchos techos de cristal, muchos escollos por ser mujer?

Con algunos. Creo que en la política hubo un momento en el que el PSOE se resetea, que podríamos decir al menos a mí me llega así, que a principios del año 2000, finales de los 90, el partido tiene ansiedad porque nos incorporemos las mujeres, una ansiedad constante e inteligente para que haya candidatas a las alcaldías, que haya mujeres incorporadas a los equipos. Creo que finalmente eso está dando sus frutos, es verdad que al principio llegábamos de una manera quizá más tímida, quizá porque se nos dejaba el espacio o algunas incluso podíamos tener complejo de mujeres cuota, pero finalmente la apertura de esos espacios ha posibilitado que se incorporen muchas mujeres y se introduzcan muchos asuntos que de otra manera hubiera sido imposible. Al final esto es lo interesante, que haya mujeres para que haya una mirada de la política más completa hacia la sociedad, hacia los problemas y hacia su solución. Yo como mujer he tenido situaciones que seguramente muchos hombres no han tenido, sí, fuera de la política y dentro de la política en alguna ocasión. Ahora en este momento de mi vida puedo decir que en el Partido Socialista al que pertenezco y el gobierno de Castilla-La Mancha al que también pertenezco no hay diferencias entre los hombres y las mujeres.

¿En el plano legislativo, ¿queda mucho aún por avanzar?

En el marco nacional se debe incorporar el convenio de Estambul a la Ley Integral para la Violencia de Género y hay que hacer una revisión de todas aquellas medidas que han pretendido impulsar la incorporación de las mujeres en algunos ámbitos y que no han servido. Hay que pensar porqué no han servido y volver a resetearlas. Podemos empezar por pasos muy sencillos como es financiar -desde el Instituto de la Mujer lo estamos haciendo- los planes de igualdad en el mundo de la empresa. Yo confío mucho en estos planes de igualdad que parecen gotitas en el mar, pero como una lluvia fina pueden contribuir mucho a un cambio de mentalidad en el medio plazo.