Gran duelo de noveles en Añover

Dominguín
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Marcos Linares cortó 4 orejas dejando una gran impresión mientras que Alejandro Peñaranda obtuvo dos trofeos en una importante tarde y Munera fue premiado con una oreja de cada astado. Gran novillada de la ganadería de la familia Polo Saiz

Marcos Linares cortó cuatro orejas en Añover de Tajo. - Foto: Dominguín

El sábado la plaza del ‘Tío Venancio’ volvió a abrir sus puertas en esta atípica temporada taurina. Han sido cinco tardes de toros desde el mes de julio, recortes, novillada sin picadores, corrida de toros, novillada picada y el sábado novillada mixta sin picadores. Esto sitúa a Añover de Tajo como la localidad más taurina y que más festejos (no clases prácticas) ha celebrado en su coqueto coso. El próximo sábado 3, otra vez habrá un concurso de recortes, esto no para y en un año de desierto taurino, el oasis ha estado en la Sagra a orillas del río Tajo.

Manuel Amador que dio por concluido en Fuensalida el certamen Promesas de Nuestra tierra el domingo 20, volvía a ocupar la plaza de Añover, esta vez para premiar en un festejo a los triunfadores y mejores novilleros sin caballos de los encuentros de Castilla La Mancha y Andalucía. Alejandro Peñaranda versus Marcos Linares, acompañados del joven rejoneador albaceteño Juan Manuel Munera, todo ello aderezado por la lidia de una brava novillada de la ganadería alcarreña de la familia Polo Saiz.

La tarde fue ventosa y fría en los últimos momentos del festejo, lo que no impidió que un buen puñado de aficionados acudiese a los tendidos a contemplar en directo el duelo de noveles que a la postre fue exitoso. Tras romper el paseíllo, se guardó un minuto de silencio en memoria y recuerdo de “Paquirri” que hacía 36 años de su triste pérdida en Pozoblanco.

Alejandro Peñaranda fue el representante de la región.Alejandro Peñaranda fue el representante de la región. - Foto: DominguínEl caballero rejoneador se presentó en Añover con lo mejor de su cuadra, caballos de extraordinaria doma y de grandes cualidades para el rejoneo. Al que abrió plaza lo recibió con resolución, clavándole dos rejones de castigo, tras lo cual vino el tercio de banderillas que tuvo más voluntad que tino. El caballero dejó llegar en varias ocasiones al novillo a sus caballos, los cuales eran embestidos en pechos y estribos por los mermados pitones del colorado. Sobre todo, se le vio una gran doma y un estilo clásico yendo de frente al burel. Una oreja cortó al acabar con el de rejón en lo alto.

Otro trofeo arrancó al cuarto de la tarde, de más cuajo que su hermano, y que quedó mermado al darse una voltereta en una de sus embestidas. Munera volvió a demostrar una gran doma, posicionándose delante del astado en distancias cortas para luego clavar las farpas en el lomo de su enemigo. Lo más destacado vino a lomos de ‘Panamá’ que hizo las delicias de los asistentes.

Cuajado y con seriedad de utrero, salió el segundo de la tarde, primero de lidia a pie, al que Alejandro Peñaranda lo fue centrando en su capa, lanceando por verónicas hasta rematar en el centro del ruedo las abantas embestidas del animal. Con la muleta Peñaranda, fue haciendo que se confiara su enemigo trazándole muletazos largos sin apretarle. Pero poco tardo el conquense en bajarle la mano y tirar por bajo con la diestra, dejándole siempre la pañosa en el hocico y que se encelase con el temple del novillero. Tres tandas largas fue el preludio al toreo al natural por donde el de Polo Saiz salía con la cara por alto, lo que le hizo desistir y volver al toreo fundamental. Ahí con el novillo más templado se vieron los mejores muletazos de la faena, que terminó adornándose con benardinas que calaron en el público. Acertó con los aceros y el palco concedió las dos orejas al chaval.

En el quinto pudo obtener el mismo premio, pero el mal uso de la tizona dejó en una vuelta su buena actuación. Fue un toreo más profundo, en un trasteo compacto y de mano baja, que el buen eral obedecía a los toques arrastrando el hocico por el albero. Tuvo seriedad y empaque, sobre todo con derechazos interminables y tandas largas rematadas por pases de pecho echándose el astado por delante. Al final la presidencia asomó por la barandilla el pañuelo azul y a ‘Guardián’ lo recorrieron las mulas a paso lento en reconocimiento a su bravura.

Sorprendió en Añover de Tajo el representante andaluz, de buenas maneras, gusto, plasticidad y disposición. Marcos Linares, de blanco y oro con los cabos negros, menudo y con cara pueril, meció a su primero bajando el capote y trazando al ralentí verónicas importantes. Dio sitio al eral en la faena de muleta, y citando en la distancia, aguantó con los pies clavados en la arena, al tiempo que sometía al animal arrastrado las telas rojas por el albero. Tan importantes fueron los muletazos con la diestra, que los que vimos con la zurda, siempre buscando la composición y el acople entre novillero y novillo. Se tiró de frente con la espada y enterró el acero en lo alto, valiéndole para obtener doble trofeo.

La jota sagreña pone en predisposición al público de Añover siempre en el cierra plaza. Los locales bailando en los tendidos, con la debida distancia, al son de los brillantes acordes de una banda que cada día de toros nos regala un auténtico concierto de pasodobles. Fueron siete verónicas y dos medias que se entroncaron con el festivo respetable que al unísono aplaudió el fin de la jota y el remate capotero de Linares. Comienzo poderoso por bajo que atemperó al serio eral que embestía con firmeza e importancia a las telas del chaval. Luego sin más probaturas, comenzó una faena entre lo artístico y lo plástico, recordándonos por momentos los comienzos de Enrique Ponce hace más de treinta años. La poderosa mano derecha que atesora Marcos Linares, fue todo un delirio en Añover, pues citaba con distancia al burel, lo embarcaba en su bamba, lo llevaba cosido a los flecos y lo vaciaba largo dejándolo colocado para el siguiente pase. Por naturales subió aún más la temperatura en una tanda que fue una simbiosis en la que ambos que se enroscaban de manera simultánea uno con el otro. Volvió al toreo fundamental con el novillo más templado en un final de remates y muletazos del gusto del respetable, que tras volcarse en lo alto del morrillo de burel y enterrar la espada, le valió para cortar otros dos apéndices que sumaron 4, valiéndole para ser el triunfador del duelo de noveles de Añover de Tajo.