Escuela de segundas oportunidades

I.G.Villota
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Tres jóvenes participantes en el programa de empleo juvenil de Cruz Roja cuentan su experiencia a La Tribuna. Esta iniciativa les ayudó a ganar confianza, les ofreció formación y les abrió las puertas a mejorar su currículum y conseguir un empleo.

Tienen entre 16 y 30 años. Abandonaron sus estudios cuando eran muy jóvenes. Empezaron a trabajar. Cuentan con poca experiencia laboral y se toparon de bruces con una crisis económica de consecuencias cruentas. Cuando consiguen un empleo es precario y temporal. A veces ni se merece la calificación de trabajo. Algunos de ellos también están en riesgo de exclusión, por diferentes factores. Aunque no es la panacea, tras participar en el programa de empleo juvenil de Cruz Roja se forman, obtienen una cualificación, también les enseñan a armar un currículum más atractivo, hacen prácticas y, en algunos casos, consiguen un empleo. No siempre tan estable como les gustaría. Lo que sí consiguen es mejorar su autoestima. Ese ‘sí sirvo para algo’ que puede parecer una frase de libro de autoayuda pero que va más allá para quien está pasando una situación difícil.

Bryan, Mercedes y Luis son tres de los más de 1.700 jóvenes de Castilla-La Mancha que han participado en esta escuela de segundas oportunidades que propone Cruz Rojas gracias, en buena parte, a los fondos que llegan de Europa. Cuentan su experiencia a La Tribuna en la Biblioteca regional, ubicada en el Alcázar de Toledo, donde participaron en un acto de balance de la actividad, rodeados de compañeros.

Bryan es el que a priori tiene una situación mejor. Lleva más de un año trabajando en Eroski. Empezó como reponedor y hoy ya es responsable de almacén. «En las prácticas conseguí el trabajo. Llevo un año y medio en Eroski. Empecé de reponedor y ahora soy encargado de almacén y asisto a cajas. He salido adelante. Los dos años que llevo aquí, en España, me han ido súper bien», subraya.

Y es que Bryan es natural de Ecuador. Se crió en España pero volvió con sus padres hace 12 años. Hace dos regresó a España. Le ha ido bien pero tiene claro que Cruz Roja ha tenido mucho que ver. «Las referencias son muy buenas. Eso te abre puertas y te dan una oportunidad. Estoy muy agradecido con ellos», cuenta.

No solo por él, también por sus dos hermanos que siguieron sus pasos. «Ellos dos también empezaron en el curso de Cruz Roja y encontraron un trabajo, un trabajo estable. Ahora vivimos juntos», explica.

Con Mercedes contactaron desde el paro. Tiene 19 años y es auxiliar veterinaria. Llevaba un par de meses sin trabajo y no encontraba nada especialmente estable. En Cruz Roja hizo un curso de comercio. «Me encontré con buena gente y buenos compañeros. También amplié mi espectro porque yo vengo del mundo de los animales y empecé a trabajar en una tienda de animales», detalla. Pero ahora no tiene trabajo. Fue experiencia enriquecedora pero ‘insuficiente’.

Luis, por su parte, se decantó por la gastronomía. «Llegué por casualidad a Cruz Roja, pero fue una buena casualidad. Me ayudó a ampliar mis conocimientos en gastronomía española, amplié mi red de contactos y a raíz de ello encontré un buen empleo. Duró 17 meses» , comenta. En estos momentos sigue formándose.