Cerro: «Donde está la Eucaristía hay vida»

F.F.
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El arzobispo, Francisco Cerro, apela a los cristianos a comulgar en la ayuda a los más pobres. Guardando las distancias y con mascarillas, la Catedral se abrió ayer para que los fieles acudieran a la misa del domingo de Corpus

El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, junto a la Custodia de Arfe. - Foto: Yolanda Redondo

La Eucaristía y la caridad, intimísimamente ligadas según el arzobispo de Toledo, fueron ayer los ejes sobre los que giró la homilía de la misa del domingo en la Catedral Primada. Por lo tanto no es casualidad que la jornada del Corpus Christi haya sido elegida para conmemorar el Día de la Caridad ni que don  Francisco Cerro tuviera continuas referencias al trabajo que realiza Cáritas diariamente a favor de los que menos tienen porque, explica, es importante que la Iglesia se ocupe del alimento espiritual pero «no podemos dejar abandonados» a quienes padecen necesidades materiales para su subsistencia.

A diferencia del jueves, ayer la Catedral abrió sus puertas a los fieles sin más requisito que las derivadas del aforo, las mascarillas y el resto de medidas de seguridad e higiene. El altar se sitúo delante de la Puerta de los Leones para dar más espacio a las sillas que se dispusieron a lo largo de todo el brazo del crucero, hasta la Puerta del Reloj.

El domingo tampoco hubo autoridades, ni procesión y además se recuperó la liturgia habitual y moderna, eso sí aderezada de cantos y culminada con el Santísimo Sacramento expuesto en la custodia de Arfe para permitir la adoración de los fieles durante unas horas, hasta finalizar la procesión de la tarde por el interior de las naves de la Catedral.

En su homilía, monseñor Cerro habló de que la Eucaristía es una experiencia de vida, de dolor y alegría, de sufrimiento y paz, es misterio pascual, muerte y resurrección: si morimos con Él viviremos con Él.

«Donde está la Eucaristía hay vida», no así donde no la hay y Cerro explica que este misterio costó a Jesús muchos seguidores entre sus contemporáneos que no entendieron la trascendencia de la consagración que convierte el pan en Su cuerpo y el vino en Su sangre lisos para servir de alimento espiritual.

Servir a los pobres. Añade que comulgar con Él nos llevará a servir a los pobres y expresa el deseo para  que en todas las situaciones no falte la caridad de la Iglesia, para que durante la vida estemos entregados a los pobres de forma que cuando seamos examinados en el amor nos reciban los más pobres. Para terminar llama a que en este Corpus nuestra vida sea un canto a la caridad en el servicio a los más necesitados. Y pone como ejemplo práctico a Cáritas en todos sus proyectos, el último un economato.