Vecinos de Santa Bárbara viven soportando una nueva 'ele'

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Denuncian los problemas de convivencia que tienen que soportar desde que un grupo de familias se instaló en la totalidad de un bloque

Vecinos de Santa Bárbara viven soportando una nueva 'ele' - Foto: VÁ­ctor Ballesteros

«A nosotros no nos molestan por el hecho de ser ocupas, que sean ocupas nos da igual. El problema es que no saben convivir con el resto del vecindario, hacen o que les da la gana cuando les da la gana y parece que nadie les puede toser, ni les puede decir nada», apunta un grupo de vecinos de Santa Bárbara, desesperados ante el sinvivir en el que se ha convertido su día a día desde que un grupo de familias ocupara un edificio en su totalidad junto a sus viviendas. «Yo lo que quiero es que me respeten, igual que yo respeto a todos los demás», continúa uno de ellos.

Porque sus días y sus noches se han convertido en fiestas constantes durante todos los días de las semanas, vehículos a altas velocidades y en sentido contrario; son objetivo de insultos o escupitajos. Hasta peleas están llegando a producirse ya, y ojo, que dada la tensión que están soportando, no descartan más confrontaciones de mayor o menor violencia. Porque después de tantas noches sin dormir, a algunos se les acaba la paciencia y ya les da igual enfrentarse a quienes se tengan que enfrentar.

El problema de estos vecinos comenzó hace año y medio, cuando se desalojó otro bloque ocupado en el barrio durante cinco años (creen que a cambio de dinero) y las familias que de allí salieron se metieron en un portal desocupado (presumiblemente propiedad de un fondo buitre). La primera constancia que los residentes del entorno tuvieron de aquello fue un día de lluvia, en el que para desatascar los canalones, a los recién llegados no se les ocurrió otra solución que liarse a golpes. Desde ese día, el ruido y los problemas de convivencia han sido una constante.

Curiosamente, en aquel edificio vivían un par de familias, que previsiblemente se marcharon al ver la que se les venía encima. No han sido los únicos, otros residentes del entorno han puesto sus viviendas en venta o alquiler, lógicamente a un precio muy por debajo al de mercado.

Problemas de convivencia. «Esto es inaguantable», repite una y otra vez uno de los residentes del entorno, convencido de que la situación se habría solucionado si se hubiera dando cerca de algún responsable político. Sin ir más lejos, pone el ejemplo de hace unas noches. Cuando llegó a casa de madrugada, se encontró toda la calle invadida por los ‘ocupas’ «soltando mierda, sentándose en la escalera de enfrente y sin dejar salir a los inquilinos del piso». El problema es que no era un ruido normal, como el que puede hacer cualquier vecino de cumpleaños, sino que estaban utilizando equipos potentes de música, como los de la feria. La fiesta puede comenzar a las cuatro de la tarde y terminar a altas horas.

«Los ruidos son un problema desde que se levantan prácticamente hasta horas intempestivas», apunta otro vecino. Y aunque la Policía les reconoce que solo pueden tener ese nivel hasta las once, en la práctica no da una solución. Porque cuando ellos llaman y llegan los agentes, a lo sumo les piden que bajen el volumen, y al marcharse ello todo vuelve a su ser.

«En definitiva, es un no parar, y estamos hablando de situaciones en las que han estado a lo mejor hasta las cuatro de la madrugada, con lo que la gente no puede dormir, ni descansar», apuntan los vecinos. Entre ellos, recuerdan, hay trabajadores que tienen que levantarse, precisamente, a las cuatro, o personas enfermas a las que han tenido que ingresar en el hospital con 24 de tensión.

Un problema de ruidos que se da en cualquier época del año, dado que el invierno están con las ventanas abiertas de par en par. Según les ha confirmado a los denunciantes la compañía eléctrica, la mayoría de los ocupas están enganchados a la luz (no les puede cortar porque hay niños) y tienen los calefactores a máxima potencia. Su temor es que el bloque cualquier día salga ardiendo. Lo que no tienen los ocupas es agua. Lo cogían de las fuentes públicas, hasta que el Ayuntamiento se lo ha impedido. Desde entonces, bajan las familias enteras a ducharse a una vivienda cercana.

Tampoco quedan tuberías del gas en el edificio. Los ocupas se las quitaron para venderlas, ante el miedo de los residentes del entorno, que tuvieron que llamar a la compañía. De igual forma, destrozaron para venderlas como chatarra las placas solares del tejado, solo quedan ya tres. En ese proceso, estuvieron a punto de caer al patio de luces adyacente, hasta que acudieron los bomberos a retirarlas. Mientras tanto, de toda la fachada se ve la curiosa imagen de tenderos colgando, cual espada de Damocles. No es la primera vez que cae algo de allí. Los vecinos temen que cualquier día pueda caer el tendero entero sobre alguien.

A todo esto une la denuncia el estado de las calles. «Porque lanzan la basura por las ventanas, escupitajos y lo que no son escupitajos, porque aquí hay de todo». También hay problemas con los vehículos, que circulan a grandes velocidades por las estrechas calles del barrio, incluso en dirección contraria; así como con la furgoneta, casi siempre aparcada a la puerta y que impide el paso a otros coches.