«El ladrillo no es proporcional a la calidad de vida»

C.M
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Arturo Ruiz Taboada aprecia, en la revista 'Patrimonio Cultural y Derecho', que «en el nuevo POM es fundamental que la arquitectura comparta protagonismo con la geografía, la arqueología y la historia»

Arturo Ruiz Taboada. - Foto: David Pérez

La revista ‘Patrimonio Cultural y Derecho’ -editada por Hispania Nostra- publica un artículo firmado por el arqueólogo Arturo Ruiz Taboada sobre ‘El planeamiento en ciudades históricas: el caso del POM de Toledo’ (https://ucm.academia.edu/ArturoRuizTaboada). El trabajo analiza la problemática del planeamiento urbanístico en ciudades históricas tomando la ciudad como modelo y evidenciando que la paralización de su Plan de Ordenación Municipal «ofrece la posibilidad de enmendar los errores del pasado y permite reflexionar sobre qué tipo de ciudad queremos para el futuro».

Y puesto que las últimas tendencias «cuestionan al ladrillo como generador de calidad de vida en favor de la naturaleza, el paisaje y el aire limpio, con una arquitectura y planeamiento que se inspiren e integren en ellos y no al contrario, como viene sucediendo», el profesor de la Universidad Complutense considera que «el futuro POM debe adaptarse a las características culturales y patrimoniales que han permitido titular a Toledo como Patrimonio de la Humanidad, y no al contrario».

No en vano, la Constitución española entiende que el medioambiente, el paisaje y los valores históricos son parte del patrimonio y de la calidad de vida que los poderes públicos tiene la obligación de conservar. De ahí que «frente a la concepción tradicional de considerar el ladrillo como el único medio que lleva a la modernización de nuestras ciudades y pueblos, va siendo hora de introducir nuevos parámetros de desarrollo». Porque «el ladrillo no es directamente proporcional a la calidad de vida y sí lo es la naturaleza, el paisaje y el aire limpio».  

Por ello, aprecia que «en la formulación teórica y el diseño de un nuevo POM para Toledo, frente a la costumbre establecida, es fundamental que la arquitectura comparta protagonismo con la geografía, la arqueología y la historia». De nada sirve, señala, «el diseño de ciudades históricas sin la confluencia, en un mismo plano, de todas estas disciplinas, participadas además por los sectores sociales implicados». En cuanto a las administraciones públicas, apunta que «deben velar por que se cumplan las leyes y normas nacionales e internacionales en materia de patrimonio y, en el caso que se compruebe su ineficacia, cambiarlas». Sin este compromiso cree que «únicamente seremos capaces de seguir generando etiquetas vacías de contenido como la Declaración de Conjunto Histórico Artístico (1940), Ciudad Patrimonio de la Humanidad (1986) o ciudad Valor Universal Excepcional (2013), más reclamo turístico que solución real, incapaces de influir en el diseño de una ciudad sostenible».

El diseño del nuevo Plan de Ordenación Municipal podría, por tanto, «contribuir a mejorar tanto la habitabilidad de la ciudad como la preservación de su patrimonio». No en vano, recuerda Ruiz Taboada, «los últimos años han afectado de forma negativa no sólo al paisaje cultural, característico de sectores tan representativos como las vegas Alta, Baja y Peraleda, o los cigarrales, sino a conjuntos edificados y sitios arqueológicos consolidados como Vega Baja, el Circo Romano o la puerta del Vado.

En este punto afirma que «la trascendencia de estos dos últimos ilustra la necesidad de redactar protocolos de actuación en este tipo de monumentos». Porque «mientras que el primero ha sufrido continuas intervenciones recientes que no han hecho más que contribuir a su deterioro, el segundo aún se mantiene inalterado desde su descubrimiento», por lo que ambos enclaves demandan «la redacción de sendos Planes Especiales de Reforma Interior (PERI), que eviten actuaciones cosméticas que no hacen más que acelerar su degradación».

Ello implicaría, en opinión del arqueólogo, la redacción de sendos planes directores «que primaran tanto una actuación arqueológica reglada, en el marco de un proyecto científico, como la reordenación del espacio urbano y accesos, que incluya un diseño de zonas ajardinadas que no compitan visualmente con los monumentos». A ello debería sumarse «un calendario de expropiación a medio y largo plazo que posibilitara devolver el aspecto original de ambas arquitecturas, declaradas Bien de Interés Cultural», actuación que «debiera contar con el concurso de arquitectos, arqueólogos, historiadores y vecinos».

 

Sobre la Ley de Patrimonio.

En cuanto a la cobertura legal, Arturo Ruiz Taboada considera que la Ley de Patrimonio de Castilla La Mancha (4/2013), aunque proporciona cobertura legal al patrimonio toledano, «carece de los mecanismos necesarios para ser parte activa en su planeamiento, quedando reducida a meras labores burocráticas y de control». En este sentido, «la excesiva burocratización es uno de los principales problemas de la gestión de patrimonio en la ciudad. A ello contribuye el hecho de que sean dos administraciones, local y regional, las encargadas de velar por el cumplimiento de las normas». Pese a «existir comisiones únicas, sobre el papel, la tramitación de licencias tanto arqueológicas como urbanísticas siguen caminos y ritmos independientes, afectando a los tiempos y complicando las actuaciones, con el consiguiente trastorno para el ciudadano».

Apartamentos turísticos.

En el análisis realizado por Arturo Ruiz Taboada se muestra la actual preocupación por los efectos del «turismo de masas y la consecuente proliferación de apartamentos turísticos y grandes superficies hoteleras que, sin una debida regulación, puede ser causa de saturación y deterioro urbano». Un segundo problema es la despoblación de conventos, que está generando amplios sectores vacíos, con la consiguiente degradación de su patrimonio mueble e inmueble. Además, una gran mayoría de las casas del Casco histórico se encuentran ruinosas, tanto por el abandono como las condiciones meteorológicas o acción de las palomas.

Finaliza señalando el arqueólogo que «el desarrollo urbanístico de la última década bajo la burbuja inmobiliaria ha multiplicado las reformas y construcciones de nueva planta que no siempre han sabido integrarse en la ciudad». A esto ha podido contribuir «la escasa implicación en la tutela de la ciudad por parte de las administraciones públicas, con el Consorcio a la cabeza». Este último, afirma, «independientemente de las necesarias políticas de apoyo a la rehabilitación, ha apostado en los últimos años por conformar una ciudad heterogénea que en nada se corresponde con los valores por los que fue declarada Patrimonio de la Humanidad». La consecuencia de esta política es, por tanto, «la proliferación de arquitecturas discordantes, la invención de plazas definidas por pavimentos exóticos o el empleo de materiales ajenos a la edilicia tradicional, entre otras».

Sin entrar a cuestionar su idoneidad, Ruiz Taboada cree que «este empeño de modernizar ciudad a costa de su esencia forma parte de un debate ya clásico sobre el papel de la arquitectura en la rehabilitación de entornos históricos». En este sentido, explica que la Declaración de Davos, «es un intento de racionalizar esta forma de entender la arquitectura que, en palabras de los propios arquitectos, no siempre acierta en sus planteamientos».