¿Optimista o pesimista?

María Jesús Álava (Psicóloga)
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La manera de ver la vida está estrechamente relacionada con la calidad de las relaciones personales y con el estado de salud de las personas

Ser pesimista, quejica, negativo… puede marcar en gran medida nuestra vida. Puede hacer que nos sintamos felices o infelices, pero, además, puede influir de forma muy desfavorable en las personas que nos rodean. Las semillas del pensamiento positivo, pero también del pensamiento negativo, se siembran durante los primeros años del desarrollo del carácter. Fuerzas sociales, culturales, psicológicas y biológicas modelan la forma particular de percibir y juzgar las cosas. 

¿Qué es lo que define y caracteriza a una persona como optimista? 

Una persona optimista es quien,  con una actitud positiva ante la vida, destaca su flexibilidad, su disposición a la alegría, su permanente motivación, su capacidad para crear un ambiente distendido y positivo.

Se dice que una persona optimista es una persona poco realista, y no es cierto, quien responde a este patrón, evalúa correctamente los aspectos negativos de las cosas, pero lo hace con una visión positiva, que le ayuda a superarlos y aprender de todas las experiencias.

¿Y, por contra, cómo son las personas pesimistas?

El pesimista es un individuo con una visión muy sesgada y negativa de la vida que realiza evaluaciones poco objetivas. El pesimista no ve la realidad, si no que la transforma en función de sus pensamientos internos poco racionales. 

¿Y entonces, qué representa a las personas realistas?

El realista es la persona que evalúa de forma objetiva y actúa con coherencia ante las distintas situaciones, pero tiene un handicap, su visión dificulta la creatividad a la hora de buscar soluciones y le impide ver las oportunidades que fácilmente vislumbra el optimista.

¿Cómo reacciona cada colectivo ante las dificultades?

Según demuestran las investigaciones de Michael B. Sperling y William H. Berman, profesores de la Universidad de Cornell, el pesimista tiende a ser una persona rígida, con posturas derrotistas, que favorecen los conflictos. Los optimistas, sin embargo, cuando son golpeados por alguna adversidad, suelen pensar que se trata de un contratiempo transitorio del que se recuperarán. Por el contrario, los pesimistas tienden a considerar que los efectos de las calamidades son irreversibles y los daños permanentes. 

Los trabajos de Sperling y Berman indican que, en general, las perspectivas optimistas facilitan la estabilidad de las relaciones, mientras que las posturas derrotistas fomentan los conflictos.

Las relaciones de pareja, familiares o de amistad, cuyos miembros utilizan un estilo positivo a la hora de interpretar las vicisitudes, tienden a gozar de mayor armonía y perduran más, que las uniones en las que predomina el modelo pesimista. Debe quedar claro que el optimismo no está reñido con la aceptación de los problemas reales o los aspectos negativos de una situación desafortunada. Pero sí lo está con la pasividad y el rechazo de estrategias que puedan ayudar a resolver los desacuerdos o a mejorar la situación. 

¿Puede afectar a la salud?

En la salud está demostrado que entre los factores psicológicos que debilitan el sistema inmunológico, y contribuyen a producir enfermedades cardiovasculares, se encuentran la hostilidad, la depresión, el miedo y el estrés persistente.  La razón es que estas emociones alteran el funcionamiento de los centros cerebrales que regulan el sistema hormonal y vegetativo y los órganos más importantes del cuerpo. Está probado científicamente que las personas de temperamento optimista superan mejor las adversidades.