Carmen Picazo

Carmen Picazo


García-Page calla y otorga

15/12/2020

Mientras Felipe González decía -acertadamente- que las elecciones en Venezuela son una farsa, Zapatero elogiaba a Maduro y sus prácticas totalitarias que coartan las libertades de los venezolanos. Un día después la ministra de Exteriores, la socialista Arancha González Laya, supuestamente del ala moderada del Gobierno, se pronunció al respecto. «Hay que escuchar a Zapatero atentamente sobre Venezuela», dijo, en lugar de escuchar a Felipe González o al pueblo venezolano. Para la ministra de Exteriores hay que escuchar a un expresidente que blanquea una dictadura y que niega la realidad que sufren millones de venezolanos. Zapatero se ha convertido en el portavoz de Podemos y no me sorprendería que se haya afiliado a la formación de Pablo Iglesias.
Las palabras de Felipe González, el papel activista de Zapatero y el hecho de que el Gobierno se posicione a favor de este último, retrata la deriva del PSOE. Los españoles asistimos perplejos a los sucesivos acuerdos que el PSOE cierra con Podemos, Bildu y ERC. Dónde han quedado las declaraciones de Sánchez cuando aseguraba que con Podemos y los separatistas un socialdemócrata no debía ir ni a recoger una herencia.
El propio Felipe González, al que la portavoz socialista, Adriana Lastra, y otros nuevos dirigentes del PSOE quieren calladito, ha dicho que se siente ‘huérfano’ de partido. Y que a muchos socialistas les pasa lo mismo que a él. No es de extrañar. Y es que de aquel partido hoy apenas queda el nombre. La demolición de esas siglas corre a cargo de quienes se emplean con entusiasmo en un viaje hacia la radicalidad y de quienes, acaso atribuyéndose fama de díscolos, callan cobardemente.
Emiliano García-Page es cómplice de los pactos de su partido con ERC y Bildu. No basta con mostrar su preferencia hacia la vía moderada que proponía Cs para pactar los Presupuestos. Si tan moderado dice ser, debería haber roto su carnet socialista y haber pedido a sus nueve diputados en el Congreso que votaran en contra de los pactos de su partido con Rufián y Otegi. Pero la realidad es que el PSOE de Castilla La Mancha aplaude a Lastra y reniega de Felipe González. Ríen la gracia a Zapatero y se avergüenzan de Alfonso Guerra. Votan a favor de Otegi y en contra de la vía moderada propuesta por Inés Arrimadas. García-Page debería haber dado un golpe en la mesa de Ferraz el día que la firma de Otegi y Rufián aparecieron al lado de las siglas de su partido. Pero no, prefirió callar y ser cómplice de la deriva de su PSOE.
La fascinación de este PSOE por los separatistas –al igual que la que sintió Aznar por CiU y PNV- solo beneficia a los nacionalistas y perjudica al resto de españoles, entre ellos, a los castellanomanchegos. Lo vimos hace apenas dos semanas en el Congreso. Mientras en Cs presentábamos más de 320 enmiendas a los Presupuestos para reconstruir nuestra región y nuestro país, el PSOE nos tumbaba una tras otra para votar a favor de las enmiendas de Bildu y ERC. Como podrá imaginar, ninguna de las enmiendas de estos dos partidos independentistas pedían un centro sanitario para nuestra región o carreteras para nuestros pueblos.
García-Page tendrá que explicar a los castellanomanchegos por qué su partido no aceptó ni una sola propuesta de las decenas que presentamos para Castilla-La Mancha. El equipo de Cs en el Congreso trabajó día y noche para que nuestra región recibiera millones de euros para superar esta crisis. Es cierto que hemos conseguido frenar las subidas de impuestos que reclamaba Pablo Iglesias y, gracias a ese trabajo, las familias de Castilla-La Mancha no tendremos que pagar más por las clases de inglés de nuestros hijos o por su dentista. Pero no ha sido el mutismo de Page el que ha evitado estas subidas de impuestos, sino la política útil que en Cs venimos practicando desde que nacimos.
El silencio de Page lo único que ha conseguido es que el PSOE se radicalice cada vez más. García-Page no ganó las elecciones para claudicar ante Rufián y Otegi. Los castellano-manchegos votaron por él para que defendiera nuestros intereses. Pero su lealtad hacia unas siglas -y no hacia su región- le impide alzar la voz y dar un golpe en la mesa de Pedro Sánchez. Si tanto quisiera a Castilla-La Mancha hubiera llamado a su jefe para que optara por la vía moderada de Inés Arrimadas. Pero prefirió callar. No alzó la voz no fuera a ser que le costase el puesto.
Este PSOE ya no es el PSOE que conocíamos. Nunca creímos que fuera capaz de tanto. Y nunca pensamos que García-Page callaría como calla y otorgaría tanto como otorga a partidos independentistas. No me extraña que miles de socialdemócratas de nuestra región se sientan, como Felipe González, huérfanos de partido.