Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Imbecilidad y yuyu

21/06/2020

En el pasado mes de febrero, el terraplanista Mike Hughes falleció en el desierto de California al lanzarse en un cohete que él mismo había construido, pretendiendo llegar al espacio para demostrar que la Tierra es plana. En los últimos años, los seguidores de esta estrambótica teoría aumentan, defendiendo, además, que el planeta está totalmente parado en el universo, que el sol gira alrededor nuestro y considerando como falsedades cuantas teorías y descubrimientos se han sucedido desde los tiempos de Aristóteles o Galileo. Este singular movimiento, que incluso en España ha llegado a tener un equipo de fútbol de tercera división, se ha convertido en paradigma de quienes consideran que la ciencia y los avances que de ella se derivan forman parte de una compleja conspiración contra la humanidad, utilizando el conocimiento para limitar nuestra libertad.
Aunque los terraplanistas constituyen uno de los movimientos anticientíficos más activos en estas últimas décadas, en esa deriva no están solos. El abanico negacionista es amplio, desde quienes consideran un camelo el cambio climático hasta cuantos ponen todo su empeño en oponerse a los efectos beneficiosos de las vacunas, la falsedad del Holocausto nazi, la llegada del hombre a la Luna, el VIH o la cruel realidad de la violencia machista. A tan excelsa panoplia se han sumado en estos días quienes deslizan la idea de que cuanto estamos sufriendo en España por la pandemia es obra del demonio, reencarnado en el tándem Sánchez-Iglesias, cuando no transmutado en militancia feminista, con la maléfica pretensión de disolver nuestra convivencia, hacernos fracasar como país y echar por la borda lo mejor de nuestras esencias patrias. También advierten, algunos de ellos, de que tras la búsqueda de un antídoto contra el coronavirus se esconden perversas intenciones para controlarnos a todos mediante la implantación de microchips. Que semejantes ‘teorías’ hayan tenido como abanderados a un exministro, a un cardenal, al presidente de una universidad privada o a afamados cantantes, además de pasmo, da yuyu. Ver como personajes relevantes recurren a atávicos miedos medievales, alentando el oscurantismo y dando alas a fanáticas doctrinas extremistas, nos obliga a ser diligentes para que semejantes iluminados no deriven la nueva normalidad en vieja imbecilidad.