Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Malditos sean

07/04/2022

Quería yo despedirme antes de esta Semana Santa con una columna plagada de ilusión, de esperanza, ante unas fechas que recobran una tradición religiosa y cultural muy querida por los toledanos tras dos años de obligada suspensión por la pandemia. Pero las circunstancias, la vida, la crueldad de los seres ¿humanos? no dan tregua. Y obligan a pronunciarse, a reflexionar sobre esos monstruos que asesinan a las personas a las que deberían cuidar, mimar, querer.
¿Qué se le pasa por la cabeza a un hombre cuando, a sangre fría, asesina a su propio hijo? No lo sé. Ni me importa. Lo que resulta desgarrador es que las autoridades, la justicia, las fuerzas de seguridad, los políticos que dictan las normas, hayan permitido a esta escoria acabar con la vida de su hijo, un niño de once años, cuando tenía una orden de alejamiento de la madre. Que a estas alturas no se haya interiorizado, no se comprenda, no se haya legislado sobre la máxima de que un maltratador nunca es un buen padre clama al cielo. De nada le ha valido a esa madre denunciar al individuo que ya amenazó con matar al pequeño. Esa mujer nunca encontrará consuelo, jamás se repondrá de un vil asesinato que se pudo impedir. ¿Por qué el sistema ha vuelto a fallar? ¿Qué ha de pasar para que los responsables, más allá del monstruo que perpetró el crimen, no asuman su culpa, no corrijan esos rescoldos legales que permitan estos brutales crímenes?
Un día después, en un pueblecito de Cuenca, otro asesinato machista. En este caso, la víctima era una mujer que también había denunciado a su agresor. Otro malnacido. Dos huérfanos. Otro fallo de la justicia, de las fuerzas de seguridad, de la sociedad en su conjunto. Sí, ahora llegan los minutos de silencio, los lazos morados, los mensajes de repulsa, pero señores, señoras responsables del sistema, ustedes se están equivocando. Y esos errores cuestan vidas. Llevamos muchos años, demasiados, defendiendo a las mujeres, animándolas a salir de ese bucle en el que están asfixiadas, a encontrar un respiro en ese agujero del que les resulta casi imposible salir.  Y es momento de cambiar de táctica, de aplicar penas más duras a los agresores para adelantarse a posibles asesinatos, de proteger a las mujeres que denuncian y de impedir el más mínimo contacto a solas de esos padres maltratadores con sus hijos.  
Como soy políticamente incorrecta y digo lo que pienso, me atrevo a señalar que las subvenciones no salvan vidas, que el ministerio de Igualdad solo ha servido para colocar a unas cuantas seguidoras y algún seguidor de la señora Montero, para dar unas cuantas patadas al diccionario y para abrir un cisma en el feminismo. A la vista están los resultados de sus políticas. Tal vez hubiera sido más efectivo destinar parte de ese dinero a pagar un escolta a cada víctima. Y afirmo que la educación, esa que se están cargando a base de pisotear el esfuerzo y el talento, es la base de una sociedad avanzada, con unos valores morales que incidan en el ser humano como persona de bien. No abogo por familias perfectas, válgame Dios, ni por relaciones de cuentos de hadas, esas que tanto daño causan a muchas jóvenes. Eso sí, hay que premiar a los buenos y castigar a los malos. Siempre. Eso se llama justicia.

ARCHIVADO EN: Pandemia, Cuenca