Enrique Belda

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Enrique Belda


Navidad: una Paz institucionalizada, no la comercial

24/12/2019

No hay que desdeñar la hipocresía que muchas veces, en estas fechas, llevó a los contendientes de sangrientas y prolongadas guerras a dejar de disparar durante unas horas para celebrar, cada cual con lo suyo, una noche de paz. Algún muerto se habrá evitado, o al menos aplazado hasta el día siguiente. Pero pocas cosas hay con la inconsistencia, incertidumbre, y desesperanza que una paz virtual y pasajera, como bien ejemplifica la historia de Europa entre las dos guerras mundiales del siglo XX.
La paz a la que debemos aspirar va mucho más allá del concepto histórico y vulgar susceptible de una sencilla descripción por oposición: paz como situación de un Estado que no tiene declarada una guerra con otros, o que no sufre en su territorio episodios generalizados de violencia. La paz, que también sigue siendo tal extremo, y que tanto se sigue anhelando en muchos países, tiene una significación adicional en las sociedades que no tienen declarada esa situación. La paz ha de ser la consecuencia ambiental fruto de tres semillas: primera, la que germina cuando se consigue un correcto engranaje de la relación Estado-Persona, respecto al reconocimiento y garantía efectiva de los derechos y libertades. Segunda, lo que resulta de un adecuado cumplimiento de los procedimientos, métodos y medios para conseguirlos, generando un avance inclusivo y socialmente compacto. Y tercero, el ambiente que crea una actitud comprometida y promotora de todos los poderes con la colaboración concienciada de toda la ciudadanía.
Así, la paz excede hoy de ser solo la mejor de las garantías para el derecho a la vida y a la integridad física, debiéndose presentar como un marco global, perceptible por toda la sociedad, de que el sistema funciona con justicia, entre iguales, con la complicidad participativa de personas y poderes públicos. Cada constitución en cada uno de los Estados sociales y democráticos tiene ya, como nota distintiva, la efectividad de sus planteamientos, por lo cual debe sumar a la consecución de su marco teórico (que se supone perfeccionado y completo), la garantía de un engranaje adecuado de los poderes públicos para implementar con eficacia sus contenidos, así como la suma de la sociedad civil receptora. Esa paz social tiene, por eso, una diversidad de matices derivados exclusivamente de que se concrete un determinado ambiente o percepción generalizada de la buena marcha de todo el sistema en lo personal, lo social, o lo económico.
La paz, entonces, es consecuencia del sentimiento percibido por personas y grupos de personas cuando ‘reciben’ los logros del orden democrático y de su corazón ideológico, los derechos humanos, en una acompasada marcha colectiva presidida, potenciada, vigilada, garantizada, alentada, incluso a veces limitada, por leyes democráticas. Feliz Navidad.