Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


Debate de sombras

15/10/2021

Cuenta una leyenda, que cuando los vivos abandonan la catedral la ocupan los espíritus  allí enterrados. Y  he sido testigo de ello. Me escondí en una capilla antes de cerrar. Al llegar la noche,  a través de las solidas puertas de la Sala Capitular se podían oír cómo las sombras del pasado debatían sobre  el baile  que una tal Nathy Peluso y un tal C. Tangana grabaron frente a ellos. Un hombre y una mujer se contoneaban ('perreaban') con movimientos que ni  la Salomé más lúbrica habría ejecutado para obtener  la cabeza  del Bautista. Según me pareció, uno de los primeros intervinientes comenzó con interrogantes. «¿Se puede bailar de semejante manera en una catedral católica? ¿Habría sido posible en una mezquita, en una sinagoga, en una catedral protestante, evangélica o episcopaliana? ¿Y en una ortodoxa? Un templo, continuó, sea cual sea la divinidad que aloje, es un espacio al margen del tiempo, en el que la sociedad, cualquier sociedad por muy primaria que sea, se relacionan con la divinidad».
«Lo que ha sucedido, interrumpió Pla y Deniel, es que la desorientación de la sociedad ha traspasado los muros de la iglesia y ha desestabilizado los contrafuertes de la formación religiosa. No es una cuestión de progresismo o conservadurismo, sino de desorientación. Los mercaderes han ocupado, no solo los atrios y los pórticos de las iglesias, sino los últimos rincones de las creencias. Con la excusa de un pretendido dialogo con el mundo actual se ha dado crédito a modas pasajeras que se olvidarán con la aparición de la siguiente novedad».
«Vivimos tiempos de malos presagios, pareció la voz del cardenal Marcelo González. No sabemos contar a un mundo angustiado la potencia vivificadora de nuestras creencias.  Incluso los gestos mínimos nos desprestigian. Agarrar del pelo a una mujer no es equiparable a  un demonio agarrando a un alma para que no se escape del infierno, que pintara  Juan de Borgoña. El gesto se entiende como una forma de dominio  de un hombre sobre una mujer y no creo que eso debamos ampararlo. Nunca, y hemos pasado muchas tribulaciones, hemos asistido a una confusión tan destructiva como la presente». Y en ese tono debió continuar el debate. Dos vigilantes  me sorprendieron, me cachearon y me pusieron de patitas en la Puerta Llana. No estaban sorprendidos por las voces que se escuchaban.