Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


La sorpresa

25/03/2021

Después de los pactos alcanzados en nuestra Región entre PSOE y Ciudadanos en las ciudades de Ciudad Real, Albacete y Guadalajara, inmediatamente después de celebrarse las últimas elecciones autonómicas y locales, pese a toda aquella murga reiterada en la campaña electoral por parte de Ciudadanos sobre ‘la banda de Sánchez’ y ‘el plan de Sánchez’, no se entiende muy bien que haya sorprendido tanto la reciente sacudida en el poder autonómico, maquinada en Moncloa con el especial auspicio y la actuación estelar de Iván Redondo, para las mociones de censura de Murcia, Castilla y León, y la más que probable de Madrid. En Albacete socialistas y naranjas cerraron un acuerdo para repartirse el mandato con el fin de que cada partido pudiera liderar la Alcaldía durante dos años, y también en Guadalajara, donde gobierna el PSOE con la participación de Ciudadanos en el Ejecutivo municipal, dejando claro que los 109.000 votos que obtuvo Ciudadanos en Castilla-La Mancha, que iban a ser usados «para hacer políticas constructivas y útiles», se referían en realidad a políticas constructivas y útiles para la consolidación, la perpetuación y el aseguramiento de ‘la banda de Sánchez’.
Lo de Murcia se veía venir. Asombrarse ahora solo puede responder a cierta ingenua y humana necesidad de forzar las emociones. Los que de verdad saben de esto definen la sorpresa como esa reacción a un suceso que es discrepante con los esquemas que tenemos en nuestra mente, y nos lleva a desencadenar una serie de procesos que ocurren muy rápidamente y de manera abrupta. Una emoción singular que se presenta como algo imprevisto o novedoso y cuya principal consecuencia es desviar toda nuestra atención hacia eso.
Y por eso precisamente pasa lo que pasa. «Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo y en cien batallas nunca serás derrotado», rezan las enseñanzas estratégicas del chino Sun Tzu en ‘El arte de la guerra’, de hace 2.500 años, lo que llevado al asunto que nos ocupa, a los efectos de no caer en la sorpresa ingenua, implicaría la necesidad de estar constantemente observando, viendo cómo se ha comportado cada uno ante determinadas situaciones, considerando las variantes, la planificación y la reacción de todos los actores.
Nada de lo que pueda pasar en la situación política actual se puede considerar ya como algo discrepante en nuestros esquemas mentales. Con las experiencias vividas, con los conocidos perfiles personales de la calaña que opera habitualmente en el escenario político, con un mínimo esfuerzo de observación de la realidad, nada puede ser ya sorpresivo, salvo que, súbitamente, un rayo divino de luz fulminara las viejas políticas ancestrales de la partitocracia degenerativa del individualismo pazguato y analfabeto, iluminando al mismo tiempo las mentes de los ciudadanos.
Eso sí que sería sorpresivo.