Sonsoles Arnao

Tiempos de swing

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Los punks de Birmania

19/04/2021

El punk ha muerto. Viva el punk. Hace décadas que asumimos que el punk había muerto. Sobre todo desde que podemos comprar una camiseta de Sex Pistols en Mango y un collar con tachuelas en Bershka. Cierto es que el movimiento punk no es solo una cuestión estética que hoy está globalizada y estandarizada desde la asepsia política y contracultural. Fue también, un movimiento político, creativo, subversivo, transgresor y de resistencia que surge y se extiende en el underground de la globalización neoliberal de los 70.

Hoy, seis décadas después, la contracultura, la rabia, la provocación y la resistencia llevan cresta de colores, chupa de cuero, botas militares y banderas anarquistas en Myanmar/ Birmania. En la ciudad de Rangún, el grupo punk The Rebel Riot canta en un idioma indescifrable: “…mienten sobre la violencia que enfrentan los civiles detenidos bajo el golpe. No tenemos fe en el sistema judicial…”. Han creado el movimiento Food not Boms para repartir alimentos entre la gente de la calle. Muchos expulsados de sus casas tras la entrada en el país de los fondos de inversión inmobiliaria. Un país que ha vivido encadenando guerras civiles, golpes de estado y elecciones más o menos libres. Hace dos meses que el ejército ha vuelto a truncar las posibilidades de un gobierno elegido en las urnas con un golpe de estado que lleva semanas reprimiendo a su población en las masivas manifestaciones que exigen libertad, la deposición de la junta militar y la vuelta del presidente electo de la Liga Nacional por la Democracia. Acordes contra el sistema y acción humanitaria marcan la pauta de la escena punk en los contextos urbanos de algunos países en el sudeste asiático. Como en la ciudad indonesia de Bandung, el punk sincroniza con plegarias a Buda, como refleja la película My Buddah is punk. Ni el autoritarismo de los militares ni las nuevas democracias, han dado respuesta a la pobreza de los nadie. Tener techo, comida y libertad de expresión, siguen siendo reivindicaciones vigentes de la mayoría.

El punk está vivo en otros rincones del planeta. Los CDs y camisetas punk llegaron al país en barcos mercantes. Los grupos musicales pasan sus letras por la censura y actúan casi clandestinamente. Y desde el 1 de febrero, tras el golpe de estado, organizan la resistencia por la libertad. Las culturas, también de las de los márgenes, no mueren, se trasforman. El punk no ha muerto. Quienes sí pueden morir estos días, son los punks de Birmania.