José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


César García Magán, Obispo Auxiliar de Toledo

17/01/2022

El laico es caminante por definición. Como tal, su vida terrenal se basa en la búsqueda de Dios a través de cuanto se encuentra a su alrededor. Es una constante en el mundo de nuestros días, tan necesitado de referentes, querer encontrar una orientación para encontrar las realidades más puras de la fe, esas que no se desvanecen y que son el fundamento inspirador de la vida de todo cristiano. La fuente de ejemplo donde, por lógica, se busca con más ahínco a Dios es el clero, como medio entre Dios y los hombres. Ante la Iglesia que camina, y guiándola, nos encontramos con la figura del obispo —epískopos—, cuyo nombre significa etimológicamente ser 'custodio'. Quizá, podríamos hacer esto extensible a la responsabilidad más importante de todo clérigo, que es precisamente la de custodiar. En concreto, de custodiar las almas que le han sido asignadas, el desarrollo interior de esas almas, su camino hacia la santidad y la fe de esa grey encomendada. Por esto, en el ejercicio del episcopado se compendian algunos de los más altos servicios requeridos por la Iglesia para la consecución de sus fines. El obispo debe ser custodio de la fe del pueblo con una marcada vocación de servicio en la que su mira principal sea saber que es un hombre para otros, mirándose, como le invita Lumen Gentium, en el ejemplo del Buen Pastor. Porque, en efecto, no es ningún título nobiliario ni ninguna dignidad al servicio de la vanagloria o de la ostentación, sino un servicio de cuyo acierto depende el fin esencial de la Iglesia, que no es otro que la salud de las almas. De hecho, la Iglesia española, en profundo cambio por las diversas renuncias por edad de muchos obispos, está muy necesitada de pastores ejemplares para conducir el barco eclesial a buen puerto. Y, sobre todo, de pastores que estén más atentos a las almas que a las urnas, que estén concienciados de que la responsabilidad que asumen lo es en todos los órdenes de administración y que comprendan que su condición de sucesores de los Apóstoles les obliga a estar en permanente formación y en permanente crecimiento espiritual.
En Toledo, desde el pasado sábado, contamos con un nuevo obispo auxiliar en cuyo ministerio confío, porque sé que en la persona de Monseñor Francisco César García Magán se aúnan la fuerza decisoria, la justicia entendida como primera forma de caridad, la entrega vocacional, la continua formación y el afán de servicio a la Iglesia adquirido durante todo su sacerdocio. Durante la ceremonia de ordenación, celebrada el pasado sábado en la Catedral Primada, hizo mención a una cita de San Agustín de Hipona: «con vosotros soy cristiano y para vosotros soy obispo». Este es el mismo carisma que parece haber inspirado su lema episcopal, que, inscrito en un magnífico y muy correcto escudo heráldico, dice: «de los hombres y para los hombres». La vida de don César, de quien no puedo evitar hablar con gran afecto, es conocida de muchos de mis lectores, y está accesible en Internet para quienes no, por lo que no voy a abundar en concreciones biográficas. Precisamente, hoy ofrece una extraordinaria entrevista en este mismo medio por la que pueden conocerlo un poco mejor. Sí me gustaría destacar de él dos aspectos que son casi tan importantes como sus valores espirituales y de su entrega generosa a todas las responsabilidades que le han sido encomendadas. El primero de ellos es su extraordinaria valía intelectual. Estamos ante un canonista de primera fila, reconocido en los sectores académicos más sobresalientes; y estamos ante un diplomático de primera fila, que sin duda aportará los fundamentos de la Diplomacia a la hora de resolver los conflictos que puedan surgir y cuya resolución dependa de él. Hay quien hace poco o ningún caso al aspecto académico, pero a mí me parece esencial, puesto que también hace falta la hondura que produce el estudio para comprender las realidades que se tienen alrededor. El segundo, su profundo elemento emocional. Para demostrárselo, les puedo decir que el amor que siente por sus padres. Porque, aunque es verdad que un hijo siempre quiere a sus padres, lo cierto es que en don César se vislumbra fácilmente que los tiene como referente y como ayuda a cada paso. Sus fotos están siempre con él en su despacho, en un lugar destacado, y dispuestas para alcanzar a su vista. Y el anillo pastoral que ha decidido llevar, y que significa su unión con la Iglesia, contiene las alianzas que ellos usaran en su día como signo de su matrimonio. Mi querido amigo Francisco José Fernández de la Cigoña lo ha sintetizado con mucho más talento que yo: «Creo que García Magán es de las personas que llegan al episcopado con más cualidades personales y con más preparación, por lo que todo augura un brillante protagonismo en el episcopado español que se inicia con la auxiliaría toledana».
¡Ah! Y un detalle más que no podemos dejar de valorar: en la persona de García Magán está impregnado el espíritu del gran Cardenal don Marcelo. Don César es el número veinte de los sacerdotes toledanos ordenados por él que han alcanzado el episcopado. Y me parece que está en la línea de excelencia que vienen marcando los anteriores, como son José Ignacio Munilla Aguirre, Ángel Fernández Collado o el propio Arzobispo Cerro Chaves. Del semillero de don Marcelo, y criados a su ejemplo, han salido grandes cabezas y grandes corazones. Me encanta comprobar que su sombra sigue siendo alargada y su ejemplo hecho realidad en sus sucesores ayuda a la Iglesia a mitigar los comportamientos de quienes no entienden lo que significa en verdad ser obispo. Nuestro nuevo obispo auxiliar es, sin duda, uno de esos 'hijos espirituales' de don Marcelo. Y, gracias a él, ha logrado consolidar en lo más hondo de su intelecto y de su sentir un gran amor por la Iglesia que le hace sobradamente digno del ministerio episcopal. Además, ha contado con la gran suerte que ser auxiliar de don Francisco Cerro, también discípulo del Cardenal González Martín y con quien creo que hará un excelente tándem por lo diferente y a su vez compatible y necesario de sus caracteres. Por lo tanto, vayan para él desde aquí mi apoyo, mi ayuda, mi fidelidad, mi gran afecto y mis mejores deseos en su nueva responsabilidad.

ARCHIVADO EN: Toledo, Catedral de Toledo