Bienvenido Maquedano

La espada de madera

Bienvenido Maquedano


Fuck Mouse!

19/11/2019

Te lo crees. Crees que has conseguido un espacio seguro, ajeno a lo que pasa a tu alrededor. Estableces una rutina que te aparta poco a poco de la realidad. En casa se está caliente, la televisión no es gran cosa pero de vez en cuando pasan alguna película vieja que te hace sentir más joven, hay algo de comida en la nevera y alguna cerveza cae el fin de semana. Tres cerraduras y un montón de peldaños te separan de la calle; aquí seguro que no llegan, te dices. Una noche oyes un ruido donde se supone que estaba el vacío, pero enseguida lo achacas a una gaviota que se ha posado en la chapa de zinc del canalón. Las gaviotas abundan, y los cuervos y las palomas y las cotorras verdes que tienen el chillido más insoportable; proliferan porque se alimentan de detritus y carroñas. Vuelves a tu cena y a tu novela, y el ruido regresa.
Viene de la cocina, de donde tienes el pan. A lo largo de las últimas semanas has ido desdeñando las señales. El orificio minúsculo del paquete de harina que atribuías a un accidente en el supermercado. El otro agujero sospechoso que apareció en la bolsa de arroz, y el montoncito de granos partidos y esparcidos en un pequeño círculo alrededor. Pero no le das importancia y sigues dejando los alimentos a mano, confiado en tus cerraduras y en tu situación a tantos metros de altura sobre la miseria de la calle, confiado en que las cosas pasan en otros lados y a otra gente. El ruido está ahí, insistente, y esa noche decides echarle ganas, y adivinar de una vez por todas qué lo produce; y te levantas sin temor porque no te cabe la posibilidad en la cabeza, y cuando enciendes la luz lo ves, tan evidente, tan corpóreo, y tardas en asimilarlo.
Tienes un ratón en casa, le has visto el pelaje y el rabo, lo has tenido durante todo el tiempo viviendo a tu lado, le has ido dando de comer con tu harina y tu arroz. Ha estado paseándose arriba y abajo, frotándose contra tus cosas, olisqueando tus zapatos y tu ropa sucia. Y ahora lo tienes bien lozano y lustroso, cada vez más confiado en que es el verdadero dueño de tu casa porque estaba antes que tú. Con la nueva realidad afincada en tu cabeza, hablas con la gente que te rodea y descubres que gran parte de ellos tiene ratones en casa, y han desarrollado un cariño irracional que permite que la plaga aumente. Me han dicho que temen a los ultrasonidos. Yo, al mío, le he retirado el alimento y le pongo bien fuerte a la Rosalía.