Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Francisco Valdivieso, ‘el Cuca’

29/05/2019

En la villa de Pelahustán, cuentan las viejas crónicas, se veneraba desde antiguo «una imagen muy devota y milagrosa de Chisto Crucificado con el nombre de la Esperanza, a cuia fiesta que se celebra el 14 del mes de septiembre concurre innumerable gente, no sólo del ducado de Escalona sino también de toda su circunferencia, tierra de Talavera, tierra de Toledo y tierra de Ávila». La fiesta religiosa, como ocurre en tantos sitios, traerá de la mano la feria, la famosa feria de septiembre de Pelahustán, en su momento, la más importante y concurrida de toda la comarca de la Sierra de San Vicente.  Se levantaban tiendas con toda clase de mercadurías, sobre todo abundaban las especializadas en lino, dando a la plaza y calles adyacentes un colorido, algarabía y movimiento espectacular. Vendedores pregonando sus mercancías, compradores, músicos, titiriteros, ciegos oracioneros, pillos, vividores, ‘distraedores’ de bolsas ajenas, busconas, frailes vendedores de bulas…, patrullando entre el gentío cuadrilleros de la Santa Hermandad.
El año 1745 nos encontramos en la feria con un curioso personaje, Francisco Valdivieso, el Cuca, vecino de Carmena, que, acompañado de José Diaz Tejedor, vecino de Guadalupe, se hospeda a cuerpo de rey en la taberna- mesón de Antonio Casilla. El Cuca recorre los puestos del mercado y en ellos compra con mucho rumbo diferentes productos: un cuarterón de queso, calzado, ropa, abalorios... En todos ellos paga con dos reales de plata. Los mercaderes le devuelven el resto confiados. Una avispada quesera de la sierra después de mirar y remirar la moneda, la raspó y cuál sería su sorpresa cuando debajo apareció un ochavo de cobre nuevo, «por presto que quiso buscarle se escondió entre el concurso de la feria». La quesera pone el suceso en conocimiento de los cuadrilleros de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera que detienen al sospechoso, tras registrarlo, le descubren «una punta de un asta güeca tapada con un corchito y en ella tres sortijas, dos cuartos y tres ochavos de cobre revueltos en azogue que está desleído en una untura». Con este sencillo laboratorio portátil Francisco Valdivieso, el Cuca, había dejado sembrada toda la comarca de falsas monedas de plata. Es condenado a varios años de cárcel y destierro perpetuo de la villa de Pelahustán y doce leguas en su contorno.