Bienvenido Maquedano

La espada de madera

Bienvenido Maquedano


El haba de la acacia

30/03/2021

Cuando llovía fuerte, se formaban regueros que aprovechaban las inclinaciones de la calle para coger velocidad. Entonces todo parecía fluir. El agua arrastraba el denso tráfico de hojas y cortezas de los árboles, los plásticos de las bolsas de pipas, a los escarabajos muertos. La pandilla, vestida para la ocasión con botas de agua y chubasqueros, se reunía para organizar carreras de barcos. Aunque se empezaba empujando chapas de refresco colocadas boca arriba para que flotasen como botes salvavidas, poco a poco se incrementaba el tamaño de la embarcación. Después de que el barquito de origami naufragase una y otra vez hasta convertirse en una masa amorfa y pastosa de papel, se buscaban carcasas vacías de yogur o de margarina, coches de plástico desguazados, ramitas de olmo. Todo flotaba, cogía velocidad de crucero y se volvía a recuperar muchos metros más lejos para hacerlo viajar de nuevo o desaparecía en la boca abierta de un albañal. El juego sólo cambiaba cuando alguien encontraba un haba de acacia, que son grandes y flotan muy bien, y tienen tendencia a girarse y quedarse encalladas en el medio de los regatos. Entonces el haba hacía de dique y seguíamos lanzando objetos sin parar para crear una presa de castor.
Visto en mi bola del mundo, el canal de Suez es una línea azul, un trazo que une las aguas del Mar Rojo con el Mar Mediterráneo, un reguero que arrastra las mercancías lanzadas desde Oriente hasta la alcantarilla europea. Las mercancías de precio irrisorio que han cambiado nuestros hábitos de consumo llegan a bordo de navíos y desaparecen en nuestras neveras, armarios y trasteros. La semana pasada, un buque de dimensiones difíciles de comprender se atravesó como haba de acacia y taponó el flujo. Desde ese momento, los cargueros se han convertido en un cardumen inmóvil que amenaza con gangrenar una de las patas de la economía mundial. ¿Cómo es posible que una tormenta de arena venza a un titán de miles de toneladas? ¿Cómo puede un buque encallado desestabilizar el comercio internacional?
Vivimos tiempos interesantes en los que la fragilidad de todo lo que parecía sólido se está poniendo de manifiesto a diario. Un virus ha cambiado la forma en que nos relacionamos; una nevada arrasó la vegetación de las ciudades y nos hizo batir todos los registros conocidos de bajas temperaturas; un puñado de analfabetos amenazó la democracia más estable del planeta; un solo barco pone en jaque el sistema de relaciones económicas entre Oriente y Occidente. ¿Es que nada es suficiente para cambiar nuestra actitud ante la vida? ¿Por qué nos empeñamos en arrojar la basura una y otra vez confiando en que la arrastre la corriente?