Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Juan Sánchez. In memoriam de un peregrino

25/09/2019

Fue la noche del sábado cuando la noticia, no por más temida menos dolorosa, se fue extendiendo a la velocidad que imprimen las nuevas tecnologías. Juan había muerto, como consecuencia del cáncer que le venía minando desde tiempo atrás. Pero, junto al lamento por su perdida, se venía al corazón un ‘gracias’ por su vida.
Juan Sánchez Sánchez fue una de esas personas que al conocerlas te transmiten algo especial, que se convierten en faro luminoso para los que las rodean, que aportan algo valioso a la sociedad en la que viven, que animan a afrontar esta aventura maravillosa que es la vida.
Su existencia fue rica e intensa. Son muchos los aspectos que podríamos recordar, pero quisiera, aún a riesgo de repetir cosas que se han dicho en estos días, recordar dos esenciales.
Juan fue un luchador por la cultura. Pero no una cultura en abstracto, sino una cultura que llegara y humanizara a todos, desde aquellos primeros años setenta en los que el enamorado de los libros que fue, trabajó por la extensión de la lectura y que ésta fuera algo accesible a las gentes de nuestra tierra. Un amor por los libros que culminaría con su nombramiento como director de la Biblioteca Regional, donde, desde la libertad que le caracterizó, impulsó la presencia de la misma en la sociedad toledana, generando espacios de creación de cultura viva. Lo hizo a pesar de la limitación de medios económicos, con entusiasmo y generosidad. Tras su jubilación continuó, libre, claro y clarividente, luchando por las bibliotecas, consciente de su valor para elevar y liberar a una sociedad; preocupándose, al mismo tiempo, de la ciudad que tanto amaba, Toledo, de su pasado, y, ante todo, de su futuro, que veía amenazado, pero sobre el que proyectó algo que nunca le faltó, esperanza.
Su otra faceta, conocida por todos, era la de un hombre de profunda fe. Un peregrino en el camino de la vida, que descubrió, como recordaba en uno de sus poemas, que Dios no era el Padre castigador y lejano, sino el Dios misericordia. Esa fe honda, comprometida, le sostuvo en la enfermedad y el dolor, e iluminó su sendero vital, tantas veces lleno de abrojos y zarzas, pero que recorrió movido por esa luz que brilla en la tiniebla, a veces cojeando por las heridas, otras firme y seguro apoyado en el cayado de la Palabra. Una experiencia humana, existencial y espiritual que recogió en sus dos poemarios, Hombre en camino, de 2013, y el reciente Y Dios en el camino. Juan fue caminante que descubrió que el camino no se hace andando en soledad, sino agarrado a Alguien que te tiende su mano traspasada.
Gracias, Juan, por tu valentía, por tu ejemplo de hombre libre y luchador. Por tu amor a Toledo, a la cultura, al ser humano. Por tu búsqueda apasionada de la Verdad.