Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Más delincuentes como Javi

04/09/2020

El Cabanyal es uno de los barrios más castizos y auténticos de Valencia. En todas las ciudades hay un rincón donde el costumbrismo se expande libremente, aunque suele ser más reconocido por los de fuera que por los de dentro. Quizá porque no se conozca bien la idiosincrasia del territorio o incluso por sus miserias. El Cabanyal es todavía barrio de pescadores y llegó a ser un municipio independiente en el siglo XIX, bajo el nombre de Pueblo Nuevo del Mar. No hay ninguna casa igual: las construyeron las familias, en función de sus gustos personales y de sus capacidades económicas. Un museo al aire libre. Está declarado Bien de Interés Cultural y la primera vez que supe de él, antes de visitarlo, fue por la resistencia vecinal ante un plan que consideraban mortal para el barrio, además de por ser cuestionado judicial y arquitectónicamente. Incluía el derribo de 1.600 viviendas y la división del Cabanyal casi por la mitad. Finalmente, el polémico proyecto no fue ejecutado como se había previsto inicialmente y muchos edificios, que reproducen las mismas medidas que las tradicionales barracas valencianas, fueron rehabilitados.
Javier Márquez tiene un restaurante en el Cabanyal que se llama La Lusitana Tasca. El nombre del establecimiento da ya muchas pistas de por dónde va el negocio. Javi es de Olivenza, una localidad de Badajoz tradicionalmente hermanada con Portugal. Llegó a Valencia con la idea de quedarse tres meses y han pasado ya cinco años. Cuando abrió la taberna se propuso mostrar a los valencianos la fusión entre la cocina extremeña y portuguesa, dos grandes desconocidas. Por eso, entre sus platos estrella no puede faltar el bacalao elaborado de distintas formas. Por el origen extremeño del propietario, también destacan los buenos ibéricos.
Javi no es noticia por sus dotes en la cocina, sino por un gran corazón, herido por una decisión policial injusta a todas luces. A este hostelero del Cabanyal le ha llegado una multa de 4.200 euros por repartir comida gratis a familias sin recursos durante el confinamiento. Hablé con él este jueves y me contó que unos días antes del estado de alarma, viendo la que se venía encima, decidió cerrar. Tenías las cámaras llenas de productos perecederos que habría que tirar si no se consumían pronto. El día 17 de marzo, tras contactar con Cruz Roja y con los trabajadores sociales, se puso a repartir comida entre las familias más necesitadas del barrio. En total, 84 raciones. Cuando estaban a punto de terminar, una patrulla de la Policía Local se personó, sin mediar mucho les indicó que estaba prohibido y les abrió un expediente sancionador. «Vinieron con un tono amenazante y cuando les dije que en el BOE se contemplaba esta actividad, me respondieron que a ellos les daba igual lo que pusiera en el BOE».
No sabemos la versión de la patrulla policial, pero sí la del alcalde de Valencia. Joan Ribó ha entendido que la sanción impuesta al propietario del establecimiento y a los voluntarios que le ayudaron es, al menos, dudosa. «No tiene ningún sentido multar a quien reparte solidaridad. Parece que la sanción tuvo lugar en los primeros días de confinamiento, cuando las indicaciones de las autoridades sanitarias estaban definiéndose. Se revisarán los hechos y se actuará conforme a ley y a la lógica humanitaria». Javi dice que le trataron como un delincuente. Ya nos gustaría que todos los delincuentes fueran como este hostelero del barrio valenciano del Cabanyal. Ha recurrido la multa de 4.200 euros y ahora está a la espera de la decisión del Ayuntamiento.  Otra vez más, una interpretación dudosa de la ley que se sobrepone al sentido común.