José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Hablemos de centenarios

04/01/2021

Toledo es una ciudad idónea como ninguna para situar homenajes. Hoy, cuatro de enero, se cumple precisamente el centésimo primer aniversario del fallecimiento de don Benito Pérez Galdós, tan enamorado de nuestra ciudad y tan conocedor de sus gentes, cuyo año centenario se ha visto tristemente truncado por el virus que protagoniza nuestro presente compartido. De no haber sido por las circunstancias de la pandemia, seguramente esta efeméride, junto con las de Bécquer y Rilke, habría sido un revulsivo cultural importante para nuestra ciudad, pues volver los ojos a la visión que sobre ella tenía el célebre escritor nos habría enseñado mucho a todos sobre la Toledo de hace un siglo. Solo leer Ángel Guerra nos transporta a esos momentos tan marcados en el calendario civil y eclesiástico de nuestra ciudad y nos ayuda a conocer el elemento humano de una capital de provincia que, a pesar del florecimiento paulatino del turismo, estaba muy necesitada de un influjo cultural potente que la redescubriese. El propio Galdós, en Toledo: su historia y su leyenda, escribió de la ciudad que «su aspecto es el de los pueblos muertos, muertos para no renacer jamás, sin más interés que el de los recuerdos, sin esperanza de nueva vida, sin elementos que puedan, desarrollados nuevamente, darle un puesto entre los pueblos de hoy».
En esa labor de redescubrimiento de nuestra urbe a principios del siglo XX, tan magníficamente estudiada por Eric Storm, la celebración de dos centenarios tuvo un papel de no poca importancia. El III Centenario de la primera parte del Quijote y el también III Centenario de El Greco se consolidaron como nuevos formatos monográficos para entender y retomar algunas de las páginas más memorables de nuestra cultura patria. Ello, aun a pesar de que no siempre fueron exitosos y de que no siempre llegaron sus frutos a un amplio número de personas, tal vez precisamente por ser la nuestra, en palabras de Gómez Vozmediano, «una capital provinciana que languidecía encastillada tras sus muros». Un siglo después, el IV Centenario de El Greco fue un éxito indiscutible. Los organizadores supieron adaptarse a las necesidades culturales del momento, traer exposiciones de primer orden y crear un cronograma de actos y eventos que no solo ilusionó a la ciudad, sino que también implicó a toledanos y foráneos y consiguió definir un poco más la figura del cretense.
2021 emplaza de nuevo a Toledo a demostrar que puede estar a la altura de las circunstancias en esto de los centenarios, a pesar de que el listón está muy alto. En el próximo mes de noviembre, comenzará el año dedicado a Alfonso X el Sabio, sin duda el más ilustre de nuestros paisanos. Mecenas cultural como ningún otro, Toledo fue para él un lugar ideal donde cumplir con sus grandes aspiraciones culturales, así como un microcosmos en el que vivió rodeado de intelectuales y sabios de las Ciencias Naturales, del Derecho, de la Historia, las Letras y las Artes. No en vano, durante su reinado la ciudad protagonizó una importantísima proyección cultural que no ha podido ser superada hasta hoy. El valor de las personas, como el de las fechas, no está en el culto que se les dé como fragmentos de la historia, sino que se mide por sus resultados. En el caso de las personas, por el fruto de su vida y el producto de sus trabajos. Si el valor de Alfonso X reside en su más que probada capacidad de ser multidisciplinar y en haber trasladado esa capacidad suya a Toledo en beneficio de su ciudad y de su reino, nuestro Rey Sabio merece un homenaje a la altura no solo de sus obras, sino también de sus frutos.
Nuestro Ayuntamiento ha organizado un centenario auxiliado por un Consejo Asesor constituido al efecto y compuesto por miembros de diversos estamentos de la ciudad, en cuya última planificación —noviembre de 2020— se programan actos culturales relacionados con el cine y el ajedrez, una magna exposición, un congreso internacional, sendas conferencias, paseos por Toledo y espectáculos de teatro, música y magia.
En todas estas proyecciones, echo de menos que este centenario se hubiese organizado con más tiempo. Si el Año Greco triunfó por algo fue precisamente por su capacidad de anticipación al evento. La Fundación que lo rigió se constituyó en el año 2010, y fue entonces cuando empezaron como tal sus trabajos, cuatro años antes de la efectiva realización del proyecto. Una planificación más anticipada habría ayudado a que las líneas temáticas de todos los eventos, y no solo las de la exposición, estuviesen más definidas y, en consecuencia, se pudiesen haber hecho realidad muchos más proyectos desde muchas más perspectivas.  Igualmente, estoy de acuerdo con Gregorio Marañón en que el volumen preparatorio podría haber recaído en una Fundación pública de financiación mixta, que habría garantizado patrocinios y sinergias muy sugerentes y que habría sido un ejemplo de mecenazgo cultural en estos tiempos en los que tanto se pretende presumir de ello.
Con Alfonso X, teniendo en cuenta la entidad de su vida y su obra, vamos un poco ‘a matacaballo’. Toledo, por representar uno de los anhelos cumplidos de nuestro monarca y por ser, en cierta manera, una consecuencia de su obra, tiene una deuda histórica con él imposible de eludir, y que debe pagar con una recompensa suficientemente digna y preparada. Estamos ante una responsabilidad que nos vincula a todos, ya seamos personas físicas, empresas, administraciones públicas o entes culturales y sociales. De no cumplirla, no solo estaremos despreciando su labor, sino también su trascendencia ante la historia universal como ciudad y como ciudadanos.