Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


¿Dejamos entrar al churrero?

29/01/2021

La oleada de noticias de ceses y no ceses de políticos y cargos públicos por aquello de no haber ‘guardado cola’ para vacunarse, pone de manifiesto dos de nuestras características. Por un lado la indiscutible poca vergüenza en el respeto o las normas y bienes públicos, y un miedo sobrenatural a establecer normas sin miedo a la demagogia o a lo políticamente correcto.
La cantidad de casos que se están descubriendo de personas que aprovechan su cargo para no cumplir el orden establecido para la vacuna, pone de manifiesto la primera de las características. Realmente han saltado las vacunas porque es un tema desgraciadamente candente y del que se vigila casi todo, pero ¿creen ustedes que esto ocurre solo con las vacunas? ¿Creen ustedes que en los demás ámbitos de público, desde los incumplimientos de horarios, los usos de material público para usos particulares o la modificación del orden de atención, no existen estas transgresiones?  ¿Nunca han oído decir a nadie ‘cuelga que te llamó yo que me sale gratis’? ¿Nunca se han encontrado en un centro comercial con alguien que supuestamente está trabajando en un sitio público y no solo dentro del tiempo que supuestamente dura el café de media mañana?
Siempre que se habla de esto se incurre en una palmaria injusticia, porque ¡claro que no son todos ni mucho menos! También he visto, si me permiten y disculpan personalizar, personas que han pagado de su bolsillo lo que deberían haber cargado a la administración a la que servían. El problema que tiene lo público en general, es que da igual cumplir que no cumplir, la recompensa es la misma. Ni se premia al probo abnegado ni se castiga a quién se pone la administración por montera, por lo que, al final se acaba imponiendo esa sensación de que quién más hace más pierde.
Pero, quizá por disimular esta realidad, en contrapartida imponen unas normas que igualan lo que no es igual. Obviamente quién tiene una mayor responsabilidad tiene que tener también unos mayores medios para desempeñarla. En el caso de las famosas vacunas no se entiende que quiénes tienen que sostener el timón de este barco que es España, no tengan prioridad para inmunizarse. ¿No vacunarían ustedes primero al piloto si fueran en un avión? Pero estas prioridades, que a lo mejor deberían incluir a más personas, deben establecerse sin demagogia ni miedo a quienes no aceptan preeminencias de ningún tipo, por muy justificadas que estén, pero una vez establecidas  deben cumplirse.   
Porque quién se salta la fila merece el reproche, pero a veces nos excedemos y nos pasa como en ese chiste en el que una persona pretendía entrar en una churrería ante la que había una tremenda cola. Cuando iba llegando a la entrada lo mandaban para atrás con cajas destempladas… de tal forma que le era imposible abrir la churrería…
Las exageraciones son típicas de quiénes no son constantes y pretenden conseguir con un acto heroico lo que solo se puede lograr con constancia. Quizá esto nos está pasando con la vacuna, exigiendo una conducta que, aunque es la que deberíamos practicar de forma cotidiana, solo lo practicamos en contadas y excepcionales ocasiones. Mañana, si llega el caso, el mismo que exige las dimisiones, pedirá una recomendación al funcionario conocido para saltarse la fila que le precede.