Francisco Javier Díaz Revorio

El Miradero

Francisco Javier Díaz Revorio


Aracnofilia

16/08/2019

Hace poco hablaba de animales con 'mala fama'… y creo que un caso peculiar es el de las arañas. La reacción más generalizada, y casi cabría pensar que instintiva, ante una araña, es de rechazo o repugnancia. Es verdad que hay algunas especies cuya picadura puede resultar venenosa, incluso en casos excepcionales, mortal. Pero eso no explica un rechazo que no se produce (o no es del mismo tipo) ante otros animales objetivamente más peligrosos para el ser humano. 'Aracnofobia' expresa un miedo irracional o ilógico, que va, sin duda, mucho más allá del riesgo o amenaza (habitualmente casi inexistente) que las distintas especies de araña pueden representar para el ser humano. No existe, en cambio, la palabra 'leofobia', a pesar de que este animal también puede implicar riesgos para el ser humano. No obstante, simultáneamente a ese rechazo, las arañas suelen generar cierta admiración por sus curiosas y sorprendentes facultades. No es solo que la imitación a las arañas ha inspirado incluso a un superhéroe como Spiderman, cuyos poderes imitan a los de estos pequeños seres; sino que hay algo en su capacidad y en su dedicación que llama la atención y les otorga un cierto 'poder' en el mundo de las pequeñas criaturas.

 

No soy biólogo, ni tengo un amplio conocimiento de las arañas, entre las cuales existen millares de especies y de variantes, distintas por su tamaño y costumbres. Pero a través de mi afición a la macrofotografía he aprendido algo sobre los usos y costumbres de algunas de las arañas más comunes en nuestra geografía, sobre su curiosa anatomía, sobre su lucha por la supervivencia. La araña es un prodigio de la evolución. Es un ser  con numerosos ojos, cuya capacidad y complejidad ya resulta admirable para los científicos. Un ser con numerosas patas, y sobre todo con esa sorprendente capacidad de crear, una y otra vez, esas telas que teje con rapidez, y que sirven de trampa mortal para tantos insectos. La araña es constante, paciente, enormemente trabajadora. Aunque sea un depredador nato, no parece que su vida sea fácil. Teje una y otra vez su tela, y ha de tener la paciencia para esperar a que un insecto caiga en ella. Luego ha de ir a inmovilizarlo y 'empaquetarlo', y solo entonces podrá alimentarse. Y todo eso puede frustrarse fácilmente por mil factores, desde el viento a cualquier movimiento brusco… o la intervención de un humano. Por eso he aprendido a observar pacientemente a las arañas y respetarlas, salvo que sea estrictamente necesario intervenir. Nunca acabo gratuitamente con su vida, y me pregunto en qué medida le afectará, como ser sintiente que es, el golpe del flash. Es así como he ido desarrollando mi 'aracnofilia', porque una de las cosas que más admiro en la vida es el trabajo, y de eso las arañas saben bastante.