Los nacionalistas y el gobierno apoyado por los nacionalistas se van a sentar a ver si buscan una solución para los catalanes, los pobres catalanes que no hacen más que sufrir el ansia de poder de todos. En Cataluña es verdad que hay una población a favor del separatismo, pero también hay una población en contra que no va a estar representada por los separatistas que se sienten en la mesa, aunque la Generalitat debería representar a todos. Pero los monstruos del poder no van a defender los intereses de los catalanes que no quieren separarse, porque el cernícalo de Torra es racista con el resto de los españoles, a los que insulta y llama bestias.
Vale que en la mesa y por parte de los catalanistas no estén representados los no separatistas, desequilibrio e injusticia voluntaria y pensada que va en el oficio de bribón y de trepa, pero por lo menos podríamos pedir que en el otro lado, es decir, en el lado del gobierno estuvieran representados los no separatistas. Pues no.
El gobierno está apoyado en los separatistas vascos y catalanes, y los han necesitado y los necesitan para seguir gobernando. ¿Con qué ánimo va a ir a una mesa de negociación donde al otro lado están los mismos que le han nombrado?
El gobierno no es interlocutor válido ni representa los intereses de todos los españoles, pues sin perjuicio de ser legitimo, -porque le han votado no solo los diputados socialistas sino también los separatistas y los de Podemos, que están ahí para eso-, el gobierno representa los mismos intereses de lo del otro lado.
Estamos en una mesa donde los separatistas negocian consigo mismos, como Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como. Cuando atisben en los ojos, en el tono de la conversación, o en la postura de los que va a sentar Sánchez a negociar con ellos la más mínima desviación, Pere va a coger la fusta y le va a dar en el culete a Sánchez, como las madres del siglo pasado reprimían a sus hijos cuando cometían una falta de educación: con una mirada bastaba.
Sánchez es un gran estratega, sin duda, y si no de qué va a volver a ser el secretario general del partido socialista después de haberle echado los propios socialistas de Ferraz; también lo demostró cuando apoyó a Rajoy en la intervención del gobierno catalán, en el que se puso la bandera de España en la frente. Luego cambió de opinión y también demostró ser un gran estratega en la siguiente moción de censura en la que a través de un Podemos ya agónico, consiguió que le votasen los nacionalistas, algunos delincuentes y algunos inductores al asesinato como eran los dirigentes de la ETA. Y a lomos de todos ellos llegó a la Moncloa.
Pero también nos ha demostrado que ha prometido muchas cosas y que luego ha hecho lo contrario. Por respeto no le voy a llamar mentiroso, ni chaquetero, pero es evidente que su estrategia consiste en decir lo que la gente quiere oír en un momento determinado, y una vez conseguido nada de lo prometido.