Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Cipreses rotos

15/09/2021

Aunque asociado habitualmente a los cementerios, el ciprés es un árbol cargado de belleza y poesía, como expresó maravillosamente Gerardo Diego al contemplar el enhiesto surtidor que se eleva como chorro hacia el cielo en el claustro de Silos. Frecuente en el ámbito mediterráneo, ha servido de imagen alegórica incluso en la Sagrada Escritura, atribuyéndose a la Virgen Dolorosa un versículo del libro de la Sabiduría en el que aparece -«como ciprés sobre el monte Sión»-, simbolizando virtud y grandeza moral. En el libro de Oseas se identifica con el propio Dios, fuente de fecundidad. Su color verde perenne y su forma, que evoca un dedo señalando a los cielos, ha hecho que sea plantado en los camposantos, junto a las tumbas, como anuncio de eternidad.
Los cipreses forman parte del paisaje toledano. Su presencia abundante se advierte al aproximarnos por la carretera de Madrid, y nos acompaña en plazas, jardines, paseos. Por eso es tan tremendamente triste ver el estado en el que se encuentran la mayoría. Filomena supuso una auténtica catástrofe para ellos, y la reciente tormenta ha agudizado el desastre, un desastre compartido con la mayor parte del arbolado de nuestra ciudad. Solemos considerar que el patrimonio de Toledo es exclusivamente el artístico, plasmado en la arquitectura, la pintura o escultura que atesora. Sin embargo, los árboles, arbustos, plantas que ornamentan sus rincones, son también parte del mismo. Sobre todo jardines históricos como el paseo de Merchán o el Circo Romano. Un conjunto que ha sufrido una desidia, un abandono que viene arrastrándose desde años atrás.
Cada vez que paseo por nuestras calles puedo comprobar, con tristeza, indignación y en ocasiones rabia, la situación en la que se hallan nuestros cipreses. Secos, tronchados, con las ramas caídas, exangües. Algunos, irrecuperables, como los que flanquean la iglesia de Santiago; otros, aún vivos, han quedado desprovistos de cualquier atractivo estético. Y lo que digo de los cipreses, lo refiero al resto de nuestro arbolado. Basta acercarse a la Bastida para comprobar la magnitud de la devastación.
Quizá, como tantas veces, un mal pueda traer bienes. Se nos ofrece la oportunidad no sólo de restaurar nuestro patrimonio vegetal, sino también de replantear su papel en nuestra vida ciudadana. Necesitamos no sólo que se recuperen en todo su antiguo esplendor enclaves como la Vega, sino que se proyecten otros nuevos espacios verdes. Podría pensarse cuáles son las especies más adecuadas, evitando algunas barbaridades cometidas en el pasado. Poblar los rodaderos que dan al Tajo con todo tipo de plantas que embellezcan la espléndida vista desde el Valle.
Sueño con un Toledo que, como en las crónicas del siglo XVI, se vea rodeado de una corona vegetal, plena de colores, en la que el verde de los almeces, pinos o cipreses se entremezcle con el rojo de los granados o el blanco de los almendros en flor. Una ciudad jardín más amable, hermosa y acogedora.