Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Espirales

12/03/2020

Se forman espirales cuando las vueltas que se dan alrededor del mismo punto van progresivamente alejándose de este. De este modo, con cada giro va aumentando la amplitud del efecto de la onda de la espiral. Algo parecido a lo que estamos viviendo con el brote de enfermedad por coronavirus (COVID-19). Con cada rumor, noticia, bulo o declaración sobre la evolución de la difusión de la enfermedad va creciendo la espiral que nos hace sentir amenazados, alimentada con más emociones que razones, y que poco a poco va alcanzando más ámbitos de nuestra vida ordinaria.
Otros acontecimientos sanitarios, como el SARS en 2002, nos han demostrado lo difícil que resulta comunicar los riesgos para la salud y tratar de influir con acierto en la opinión pública. Por lo general somos proclives a guiarnos por nuestra percepción del riesgo que recela de la información cargada de razones de la estadística epidemiológica y se fía más de lo que le cuenta su entorno inmediato o escucha por ahí. Así, aunque la Directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, María Neira González, nos anuncia que la situación global va mejorando notablemente. Que han disminuido rápidamente los casos en China y en Corea. Que se dispone de mayor información sobre el comportamiento del virus y de la enfermedad, lo que permite saber que se propaga dentro de lo previsto. Que el 80% de las personas que se contagian cursan con síntomas leves o moderados, el 15% sufren síntomas más importantes y solo el 5% requiere hospitalización, lo que significa que el virus está circulando, que se detecta, que no causa grandes focos epidémicos y que su transmisión se va moderando.
Insiste, al igual que lo hacen nuestros sanitarios, en que todos tenemos la responsabilidad de observar medidas preventivas básicas para protegernos y cuidar a los otros. Buscar atención medica si se tiene fiebre, tos y dificultad para respirar. Evitar sitios concurridos si presentamos síntomas respiratorios o somos población de riesgo. Lavarnos las manos, no tocarnos la cara, los ojos o la nariz. Mantener la distancia de un metro con otras personas sobre todo si estas tienen fiebre, tosen o estornudan. Con esto ayudamos a que los casos epidemiológicamente previstos puedan reducirse y espaciarse en el tiempo para que el sistema de salud pueda asumirlo sin problemas.
Aunque se pide que no se pierda la perspectiva, que las medidas que se tomen tengan justificación científica, sean proporcionadas, realizables y controlables, la espiral sigue creciendo y empezamos a temer que las consecuencias de algunas decisiones sean más difíciles de arreglar que las de la propia enfermedad. No debería inquietarnos el desabastecimiento de alimentos pero sí la interrupción de la economía, la caída de la demanda, la perdida de solvencia de las empresas o el quebranto de las bolsas. Preocuparnos de cómo se pagaran las necesarias medidas de política fiscal y monetaria y si las contradicciones no supondrán también una crisis política.