Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Las alas del ángel

17/07/2019

Se llamaba Guido. Aunque pocos le reconocerían por ese nombre. Quizá, más probable, por el que tomó al entrar en religión, en la orden dominicana, fra Giovanni, al que añadió el del lugar donde se encontraba el convento en el que hizo profesión, Fiésole. Luca Signorelli, continuador de su obra en la catedral de Orvieto, le retrató en el fresco del Anticristo, dentro del ciclo del Juicio Final de la Cappella della Madonna di San Brizio. Aparece vestido con el hábito de fraile, junto al propio Signorelli, aparentemente impasible, señalando con su mano izquierda el inicio del acontecimiento narrado, reclamando la atención sobre los terribles sucesos que se presentan a nuestros ojos, aunque realmente sólo pudo pintar dos plementerías de la bóveda, Cristo Juez y el coro de los profetas.
¿Aún no saben quién es nuestro personaje? Tras su muerte, los admiradores de su arte, convencidos, y el primero el propio Miguel Ángel, de que tal obra sólo podía ser fruto directo de la inspiración divina, comenzaron a llamarle Fra Angelico, o el Beato Angelico. Esta tradición secular fue confirmada por el papa Juan Pablo II, quien le beatificó en 1982 y nombró patrón de los artistas.
Seguro que ahora les viene a la mente cualquiera de sus maravillosas y delicadas obras. Les quiero invitar a contemplar, y lo pueden hacer fácilmente, a tan sólo media hora de Toledo, una de las más espléndidas. Se trata de la ‘Anunciación’. Seguro que la conocen, pues es un icono de la historia del arte. Pero ahora, tras su restauración, resulta realmente espectacular.
El Museo del Prado, en el marco de la celebración de su segundo centenario, decidió restaurar la obra, pintada para el convento de Santo Domingo de Fiésole, llegada a España a principios del siglo XVII como regalo para el duque de Lerma, el poderoso valido de Felipe III, ubicándose en las Descalzas Reales de Madrid, desde donde pasó al Prado en el siglo XIX.
La restauración es magnífica. Los colores han adquirido una fuerza especial, desde el azul lapislázuli del vestido de la Virgen a las rosadas tonalidades de la dalmática del arcángel san Gabriel. En el ángulo, Adán y Eva, expulsados del Paraíso, lo hacen en medio de una exuberante vegetación, llena de simbolismo, mientras en medio de los dorados rayos, exquisitamente restaurados, el Espíritu Santo desciende sobre María. Aunque lo que más me impresiona son las extraordinarias alas del ángel, auténtica orfebrería con pincel, que nos parecen trasmitir el aleteo del mensajero divino, recién posado en el atrio.
La presentación al público del retablo restaurado se ha enmarcado en una no menos espléndida exposición, ‘Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia’, que les recomiendo vivamente.
En medio de los rigores del verano, visitar esta exposición es un auténtico refrigerio para el espíritu. Porque como escribió Dostoyevski en  ‘El idiota’, ‘La belleza salvará al mundo’. Falta hace.