Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Valeriano, el de los Camisacorta

16/11/2022

Valeriano, el de los Camisacorta, de mozo subía la cucaña más rápido y mejor que nadie en toda la comarca de Talavera. Destreza que es harto difícil y dónde vale más maña que fuerza porque en todos los pueblos el madero lo ensebaban a conciencia. Para ayudarse en el juego metía en los bolsillos del pantalón ceniza de sarmiento mezclada con cagarrutas frescas de conejo y según gateaba se daba la mixtura en las manos, en los pies y en la cara. En Sotillo de las Palomas, para las fiestas de Santiago Apóstol, pusieron de premio en la cima un enorme gallo de corral y al ir a echarle mano le arreó tal picotazo que casi le salta un ojo, en la ceja le quedó la mácula para toda la vida; con el susto cayó desde lo alto y se tronzó una pierna, tibia y peroné. Bien poco fue para el talegazo que se arreó. Lo que más le dolió fue, primero, que con el alboroto el pollo desapareció como por arte de magia y, segundo, que para hacerle las curas oportunas y enyesarlo el médico del pueblo le cortó los pantalones por encima de la rodilla.
Valeriano, el de los Camisacorta, tenía sus manías, como cada hijo de vecino y por eso quiso elegir él mismo la caja donde tenían que enterrarlo. Un capricho como otro cualquiera. Y tardó en decidirse una barbaridad. Visitaba por las tardes el almacén de Pompas Fúnebres San Francisco y ojeaba los catálogos que con mucho miramiento y paciencia le ofrecía Ollero, el encargado. Que si ésta, que si aquélla… Al final tuvieron que pedírsela a una casa de ataúdes de Baracaldo y hacerle aquí después algunas mejoras en los forros interiores, en las clavazones y en los cierres. La cosa le salió por un pico, pero él argumentaba «que tenía ese gusto y perras para pagarlo» y «que otros se lo gastaban en putas y vino».
Valeriano, el de los Camisacorta, ya de cuerpo presente, quedaba en la caja muy suelto, como desamparado, le venía bastante holgada, de ancho y de largo, se conoce que en las medidas y en los acolchados no debió pesar y cuando lo trasladaban para darle tierra con los movimientos iba dando tantarantanes contra las paredes laterales.

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