Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


¿Maduró Ábalos?

02/02/2020

Creo que sí… para su desgracia. Cada vez son más parecidos, sobre todo en lo rudo de su mente y en el matonismo tabernario de que hacen gala. Después  de su entrevista con Delcy Rodríguez, esa que no existió, que luego solo  fue un saludo en el avión en el que la encontró casualmente: ¡Qué sorpresa Delcy, tú por aquí! después fue un periplo por el aeropuerto de Barajas, y, por último una acción heroica de Ábalos para evitar… ¡Qué sé yo! Que Venezuela nos invadiera. Terminarán por ponerle un ‘manolito’ en cualquier plaza…
Lo triste del caso es que –todo se pega- cada vez se parece más a Maduro. Su diatriba chulesco-amenazante de «a mí no me echa nadie, yo he venido para quedarme» lo retrata con una silueta que se parece al modelo de sus formas políticas: Maduro, con quién ha demostrado compartir una misma filosofía  política.
Decir en una democracia «a mí no me echa nadie», es proclamar una intención aviesa, es tanto como colocarse por encima del pueblo, al que supuestamente se debe cualquier político en este sistema. No digamos  nada del broche: «yo he venido para quedarme». ¡No lo quiera Dios! Una de las ventajas de las democracias es que los políticos no son eternos, tienen unos mandatos limitado  y, después, la mayoría pasa a la historia y unos poquitos a la Historia, pero todos acaban en sus casas escribiendo y ocultando sus memorias.
Lo  que sí que parece mentira es que nos están haciendo que nos acostumbremos a vivir en el fango, la sinrazón y la mentira. Hay muchos acontecimientos que, si hubieran sido profetizados por alguien hace solo unos pocos años, habríamos despedido al profeta por loco… sin embargo ocurren.
Están haciéndonos ver como normal que el gobierno de España, de las cuatro patas que lo sostienen, no tenga ninguna sana. Una, la más importante, la rige un falseador de tesis y egocéntrico sibarita presumido; otra los aprendices de Maduro; otra, los sucesores de pleno derecho de los etarras, liderados por un terrorista convicto; la última, quizá la más corrosiva a largo plazo, capitaneada por una collera formada por un prófugo y un presidiario que comparte la ‘constructiva’ idea de trocear el país que supuestamente ayudan a gobernar ¿alguien da más?
Con estos mimbres, que seguramente, salvo en España, no han crecido juntos en pantanal alguno, es normal cualquier anormalidad, o mejor dicho, será rara la decisión que tomen que no sea extravagante, perniciosa o inmoral.
Por  eso es peligrosa la actitud  del Ministro Ábalos después de ser pescado nada menos que contraviniendo la prohibición de la Unión Europea de que su amiga Delcy y sus secuaces narco-dictadores pisen el espacio Schengen. Porque ha demostrado no parar en barras ante nada que no sea su exclusiva voluntad, no la suya, sino la del amo a quién sirve.
No se crean que los dictadores que nacen en una democracia se hacen de un golpe. Van poco a poco tergiversando, retorciendo unas normas, cambiando otras, relativizando principios que se piensa incontestables, hasta que se termina diciendo de plena autoridad que han venido para quedarse, porque se sienten por encima de cualquier principio y de cualquier ley. El camino ha comenzado. Cada día escriben un capítulo que nos aleja de la normalidad democrática, aunque la saturación nos impida verlo… de momento.