Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Prefiero a los garrulos

19/06/2020

El día que enterraron a Fandiño, los negros nubarrones nos sobrevolaron desde Orduña hasta casi llegar a Lerma. Un oscuro epílogo que va a acompañar a Paco y a Charo el resto de su vida. Se han cumplido ya tres años de la muerte del torero, del padre, del marido, del amigo… y del hijo. Pocas situaciones tienen tanta carga de dolor como enterrar a alguien que ha salido de tus entrañas.
El pasado sábado imaginé a Fandiño saliendo por la puerta grande que lleva su nombre. Ese día, nadie le portaba a hombros porque ni siquiera había toreado en su plaza de Guadalajara. Iván iba con mascarilla y gafas de sol. Pantalón vaquero, camisa blanca y un chaleco, que el fin de semana vino algo fresco. A su lado, Néstor García, vistiendo una gorra visera y también con el rostro cubierto por la indumentaria obligada de estos días. Cayetana iba un poco más atrás, entretenida con los juegos de Mara. En ese imaginar, los dos pasaron inadvertidos. Cuestión difícil,   pero así fue, que yo lo vi. O lo figuré.
  Iván y Néstor podían haber encabezado el paseo-reivindicativo desde el Coso de las Cruces hasta el Infantado, aunque Iván nunca fue dado a buscar protagonismo fácil. Y no hay duda de que el torero estuvo presente. Fueron muchos los que le sintieron cerca. Con su espíritu peleón y con su aliento. El éxito, en gran parte, es también suyo por haber asociado, de forma indisoluble, el nombre de una gran figura del toreo al de Guadalajara.
Da igual si fueron 3.000, 4.000 ó 4.500. La marcha del sábado en la capital de todas las alcarrias, campiñas y serranías fue un éxito rotundo. Algún aficionado cuestionó el momento, en medio de un estado de alarma y viniendo de un escenario trágico, con más de 40.000 muertos a los que hemos despedido en silencio. ¿Tanta urgencia corría la reivindicación? Visto el resultado y, sobre todo, la reacción, cabe concluir que sí. No estamos ante una demanda genérica con una petición utópica que exija la paz en el mundo o se posicione en contra del racismo, como hemos visto estos días. El mundo de los toros no quiere ser más que nadie, pero tampoco menos. Comprobando la enésima discriminación a la que están sometiendo a un sector especialmente golpeado, desde el origen de la Fiesta -las ganaderías de reses bravas- pasando por todos los eslabones hasta que se celebra el espectáculo, el momento fue el adecuado. Sobre todo, porque en significados sectores del Gobierno le tienen muchas ganas a este espectáculo y van a aprovechar un escenario de excepcionalidad para tratar de darle la puntilla.
He empezado por las dudas de dentro. Las críticas de fuera del sector no hay que tenerlas demasiado en cuenta. El argumento más repetido para despreciar lo que se vio en Guadalajara y en toda España es que eran miles de garrulos. Les gustan más los que queman contenedores, los que agreden a la policía y los que rompen lunas de oficinas bancarias a pedradas. Cuestión de preferencias. Yo me quedo con los que se manifiestan de forma pacífica,  cumplen las normas de seguridad dentro del estado de alarma y con los que reivindican el futuro de un sector, cultura y tradición de España, que supone una importante fuente de ingresos para miles de familias.
PD. Había reservado unas cuantas líneas para ver qué decía el ministro de Cultura este jueves en Herrera en COPE. Ni una mala palabra, ni una buena acción. Apoya al sector, pero no se moja. Un respaldo tan aséptico como inconcreto. Y el marrón de los aforos y de la seguridad, que lo asuman las comunidades autónomas.