Uno se siente deseoso de ver cómo avanzamos científicamente y si cabe, más necesitado que deseoso, de ver cómo lo hacemos socialmente. Desde hace unos cuantos años, la sociedad del mundo, sobre todo, la sociedad en la que yo me muevo, la más próxima y cercana que es la que más me puede interesar, se encuentra estancada en los mecanismos morales de funcionamiento.
Cierto es, que científicamente hemos avanzado mucho, pero ello no nos ha permitido que el ser humano se haya podido beneficiar lo suficiente para entender que el juego de valores tiene que dar un giro de ciento ochenta grados para reconfortar sus mecanismos de avance y salgamos de ese ‘fango’ en el que actualmente parece encontrarse nuestro mundo del siglo XXI.
Y ese giro nos lo podría permitir la rueda, esa misma que conformó el número 50 en cuanto a ser las que habían impreso su huella en suelo extraterrestre. El mismo número 50 que se ha cumplido como aniversario del sorprendente momento en que el hombre llegase a la Luna y por tanto, esos reconocidos cincuenta años en los que el eje de esa rueda se ha quedado anclado.
Todo comenzó en la Luna. La antigua URSS –como nos decía el astrónomo Fernando Blanco hace ahora diez años- aunque fracasó en su intento de hollar primeros allí, consiguió la primicia de posar un rover y que se moviese mediante instrucciones desde Tierra. Fue el Lunokhod 1, en noviembre de 1970, el primero, que luego tendría su réplica en el Lunokhod 2 tres años después. Eran auténticas bañeras de unos 800 kilos que podían alcanzar los 200 metros por hora, con 8 ruedas metálicas de 51 centímetros de diámetro, independientes y frenos de disco. Dejaron en total unos 10 kilómetros de andadura, medidos por finas ruedas con un odómetro entre el par de ruedas traseras. Serían 18 ruedas en total. Luego, los americanos con la llegada del hombre a la Luna y ahora, que han pasado esos tantos y tantos años, ¿cuál podría ser el futuro?
Creo que congestionado, porque si se cumplen esos objetivos de volver a la Luna pasados unos cuantos años –recuerdo que se hablaba del 2020, es decir, el año que viene, cosa poco probable-, tendremos nuevos mecanismos de giro impensables en función del avance tecnológico actual, porque ya tenemos desde hace algunos años esos tractores oruga, motos de 4 ruedas, jeep y todo cuánto sería necesario para construir esas naves que nos puedan albergar, o tal vez, eso quede para la historia posible, y entonces pensemos, ¿no sería más acertado hacer girar la rueda para convertir los espacios desérticos en espacios verdes, alimentar a los millones de personas hambrientas en el mundo, conseguir la igualdad real de hombres y mujeres, destronar a los regímenes autoritarios y autocráticos, olvidarnos de la guerra como medio de avance económico y de poder, y colocar en orden los valores de una sociedad que parece estar cavándose su propia tumba?
Disfrutemos ahora, cierto es, de estos aniversarios que conforman los grandes adelantos de la ciencia; y con ello, lograremos creer en los valores que toda sociedad expresa cuando entre sus parámetros está el bienestar de todos. Aunque eso sí, no olvidemos las reflexiones que definen la mala praxis y eso sí, que gire la rueda.