Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Aparecidas

24/06/2020

El solsticio de verano es el gran momento del sol en el hemisferio norte, es el triunfo de la luz y el calor que dan la vida, la duración de las tinieblas es la menor del año y el hombre desde que es hombre le rinde homenaje dentro de los arcaicos cultos a la madre naturaleza.
Los ritos de la noche mágica por excelencia han girado, fundamentalmente, en torno a tres elementos: el fuego, el agua y las plantas. El fuego como purificación, buena suerte y para inmunizar contra los males del cuerpo y del espíritu; las plantas porque potenciaban su poder terapéutico al ser recogidas antes del amanecer de este día y el agua, la del rocío, si lo hay, para todas las enfermedades de la piel, especialmente para quitar verrugas y para embellecer el rostro y las de las fuentes y pozos considerados medicinales que también incrementaban su poder beneficioso tanto para las personas como para los animales.
Pero, además, en nuestra tierra la noche del solsticio o noche de San Juan era la noche de ‘las aparecidas’: hermosas y vaporosas damas, las más de las veces moras, que merodeaban por los pueblos o vagaban por el campo, casi siempre en el entorno de fuentes, arroyos o ‘locus amenus’ y que, a veces, incluso departían con los pobres mortales. Estos son algunos ejemplos: En Belvís de la Jara la vieja costumbre de esta noche era poner agua en un recipiente y una toalla limpia en los patios para que «la mora se lavara de madrugada», la aparecida del Puente del Arzobispo es una mujer hermosísima y vestida con ricos atavíos que se arroja con enorme donosura desde el gran cortado del arroyo Pedroso que cae en cascada al río Tajo y en cuyas aguas desaparece hasta el siguiente año. En Montesclaros la leyenda cuenta que en el pozo de Valdemoral esta noche se congregaban ninfas de los alrededores y ofrecían sus cuerpos a aquellos afortunados que por allí acertaban a pasar en animada bacanal. Aparecidas con forma de sirena tenemos en la Fuente de la Canaleja de Aldeanueva de Barbarroya, y en Torrecilla de la Jara, eso sí, adaptándose a la fauna de lugar: mitad mujer, mitad barbo. Y también esta noche también se podían oír las voces de los antiguos moradores de pueblos despoblados y cómo hacían doblar las campanas para celebrar la noche mágica.