Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


La vacuna y la ansiedad

25/11/2020

La vacuna llegará a nuestras vidas como un bálsamo contra la ansiedad que nos provoca una enfermedad que impide una vida en condiciones aceptables. Luego veremos si consigue ser el antídoto definitivo contra el coronavirus que cambió todo. Llegará, nos cuentan, en los primeros compases del nuevo año. No sabemos cuál de las tres que se postulan. Pedro Sánchez anuncia una estrategia conjunta en todo el país para los centros de atención primaria dispensadores del remedio. Anuncia  que actuarán todos a una, bien coordinados, con estrategia nacional y centralizada.  Falta hace  porque la pandemia nos está dejando un cuadro desdibujado en el que el país se nos presentó, durante la primavera confinada, con un mando único en el que Sánchez, cual presidente de una república que no es, aparecía los domingos por la tarde a darnos el parte y la charla. Después, la centralización máxima devino en un guirigay  en el que había que mirar al presidente autonómico como la máxima y casi única autoridad. Ahora estamos ya en lo de la cogobernanza y con la sensación de que de este envite la estructura de nuestro país tendrá que ser apuntalada. O lo reformamos un poco al modo federal alemán  o volvemos a unos niveles de centralización que, por otra parte, nunca consentirán unos nacionalistas muy crecidos, endomingados y puestos al sol parlamentario que más calienta desde que son los elegidos para aprobar presupuestos y dar el plácet, en suma, a la continuidad del gobierno de coalición.
De manera que de esta guisa llegaremos escalonadamente y por orden de preferencia a la ansiada vacuna, estación terminal de la pesadilla,  una vacuna que muchos se quieren poner mientras que otros tantos desconfían, pero la vida del españolito de a píe necesita aire, alegría y cachondeo y se sueña con una primavera de ensueño en la que quitarse la mascarilla con furor tras pasar por el Centro de Atención Primaria puede ser el acontecimiento no del año sino del siglo. Nos costará, sin embargo, volver a esa normalidad añorada y no nos será fácil mirar la vida sin el poso de la desconfianza. Sabemos que queda mucho camino por recorrer y hemos perdido la inocencia. Algunos expertos anuncian que la oleada de pandemias no ha hecho más que comenzar pero queremos pensar que eso no será así y el Covid19 quedará como un mal recuerdo sin continuidad en una historia de terror. Sería ideal que tras el batacazo brutal podamos ir recobrando la normalidad de siempre, que es la única que nos vale. Por eso la ansiedad, porque nadie es capaz de darnos ninguna certeza ante esta expectativa añorada. Tampoco Pedro Sánchez los domingos por la tarde.
Nadie nos da certeza. Desconfiamos y salen a la palestra los temerosos indicando que todo puede ser una entelequia aliviadora para endulzarnos la Navidad y que compremos  a todo trote. Ni siquiera tenemos muy claro si la vacuna funcionara de forma correcta y eficaz. Por eso nuestra desconfianza y nuestra ansiedad. Queremos saber lo que nadie nos puede decir, queremos recuperar nuestra vida pero nadie nos garantiza si será posible, ni tampoco el cómo ni el cuándo. Queremos imaginarnos que el 2021 será el año de la lenta recuperación, pero no sabemos cuántos bares nos encontraremos abiertos cuando lo queramos celebrar. Con todo, con la vacuna  comenzaremos a retirarnos de la cara el velo de la mascarilla y a dar algún que otro beso, tímidamente, en la mejilla. Y algún que otro abrazo, con cuidado. Posiblemente así serán las escenas postvacunación. Actuarán como coro imprescindible ‘los negacionistas’ negando que tenga efectos preventivos. Son los mismos que negaron que la enfermedad existiera. Muchos de ellos se la pondrán del mismo modo que muchos de ellos se contagiaron. Otros resistirán en sus trece. Será la propia  realidad la que se imponga y nos ponga ante nuestras carencias y nuestra fragilidad. Llegará la vacuna como un antídoto antes que nada contra nuestra ansiedad creciente por vivir y disfrutar. Porque con el Covid-19 nos dimos cuenta hasta qué punto era cierto aquello de que la vida se nos iba de las manos como la arena de la playa e imaginamos la vacuna que se anuncia como el gran remedio y el talismán para por fin comenzar a vivir.  Luego nos volveremos a dar cuenta que la otra  vacuna, igual de efectiva contra los virus que cercenan la vida, sigue estando dentro de nosotros.