Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Un año para no olvidar

30/12/2020

Sin duda alguna va a ser un año histórico. De esos que, con el tiempo, se citarán en los libros como un hito en la Historia de la Humanidad. Probablemente nuestra generación no vuelva a conocer algo similar. Este 2020 pasará a la memoria colectiva de todos los pueblos de la Tierra como el año de la Covid-19, el de la pandemia, el año en el que arrancó una profunda crisis económica, social, política y de pensamiento. Porque ha sido una conmoción que ha afectado a todo el planeta, un cisne negro que con su vuelo inesperado ha irrumpido rompiendo las inercias rutinarias que movían nuestras vidas.
Pocas veces, y en tan poco tiempo, se ha puesto de manifiesto la fragilidad del ser humano, su limitación y pequeñez ante los avatares que de improviso descolocan nuestras seguridades, muchas veces endebles castillos de arena que un soplo desmorona. Apenas ha pasado un año desde aquella noche del 31 de diciembre del 2019 en la que, comiendo (o tragando) las uvas al compás de las campanadas, descorchando las botellas de champán, nos deseábamos un feliz 2020, lleno de venturas y prosperidad. Era un año para esperar grandes cosas, una fecha rotunda, bella en la simetría de sus números, que en la elegante curva de los doses invitaba a la confianza en un suave desarrollo de los acontecimientos, mientras la perfección esférica de los ceros nos parecía hablar de plenitud. Sin embargo, el año que nos disponemos a clausurar ha sido brusco, abrupto, demoledor. Ha traído dolor y sufrimiento, angustia y desesperación a gentes de toda raza, cultura, nación. La catástrofe no ha respetado ningún sistema económico o político, ha saltado muros y cruzado fronteras, no la han detenido mares ni ríos y las más altas montañas no la han contenido. Ha sido, en un mundo globalizado, un desastre global. Es probable que haya un antes y un después de este 2020.
Y sin embargo, incluso en medio de tanto dolor como hemos vivido, no todo ha sido negativo. También hemos visto lo mejor del ser humano, la generosidad de tantos hombres y mujeres que se han desgastado en atender a los enfermos; la solidaridad que ha llevado a compartir bienes con los que han quedado en paro, sin recursos; la atención a las heridas del espíritu y a las oscuridades que han golpeado tantas almas. Hemos podido vivir nacimientos, curaciones, conmemoraciones; cumpleaños centenarios y bodas de oro y plata; hemos redescubierto el valor del silencio, de la lectura sosegada, de perder el tiempo con nuestros seres queridos, de estar juntos alrededor de la mesa; gestos que apenas apreciábamos, ahora se estiman como valiosos: un abrazo, un beso, una caricia, las sonrisas que las mascarillas nos impiden contemplar.
2020, año de sombras y oscuridades; también de luces que invitan a la esperanza. Entre ellas, la vacuna.
Con mis mejores deseos para el 2021.