Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Otro aniversario, señor presidente

15/12/2019

Durante el acto de la Constitución celebrado en las Cortes Regionales, su presidente reivindicó los años de vigencia de la Carta Magna como los mejores de nuestra historia frente a quienes «añoran al Cid, a Carlos I, a los que presumen de la Guerra de Sucesión o a los que están prendados de la II República». Desde luego, señor Bellido, estas cuatro décadas no pueden compararse con tiempos pasados, pero el régimen del 14 de abril trajo a España notables avances que también brillan en el devenir patrio.
La República fue acogida con júbilo y esperanza por la mayoría de españoles, siendo respaldada por partidos de derechas e izquierdas. Recogía los anhelos regeneracionistas de Joaquín Costa, de la Institución Libre de Enseñanza y de cuantos intelectuales la auparon. Negar sus errores, algunos muy trágicos, sería fanatismo acrítico, pero no debemos olvidar que sus enemigos la hostigaron ferozmente hasta derribarla.
Pero antes de tan dramático final, las mujeres, de su mano, consiguieron el derecho al voto, se renunció a la guerra como instrumento de política nacional, dejaron de reconocerse los títulos nobiliarios, se aprobó el divorcio y se obligaba a los padres a tener los mismos deberes con los hijos habidos fuera del matrimonio como con los nacidos en él, se abordaron las reformas agraria y militar, se apostó por la laicidad del Estado  y los cargos públicos, incluido el jefe del Estado, estaban sometidos a elección democrática.
La educación fue prioridad esencial. Niños y niñas dejaron de estar separados en las aulas. La enseñanza se inspiró en ideales de  trabajo y solidaridad. Se dispuso la creación de siete mil plazas de maestros y maestras, reconociéndoseles como funcionarios públicos, mejorando su formación y sus haberes. Se abrieron, por doquier, nuevas escuelas. Y las Misiones Pedagógicas llevaron libros y cultura a la España más olvidada.
Este esfuerzo transformador, sin igual hasta entonces, no merece empañarse ni demonizarse entre lo aciago de nuestra historia, sino que, por el contrario, debería invitarnos a pensar qué España tendríamos hoy si en vez de haber sido arrumbada, la República perdurase. De ser así, el 9 de diciembre los ciudadanos, fraternales, hubiésemos celebrado el ochenta y ocho aniversario de su Constitución y usted, señor presidente,  habría perorado orgulloso de ella.